Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua, reverdecerá, y hará copa como planta nueva. (Job 14:7–9)
Durante mucho tiempo, una vieja iglesia de un vecindario de Detroit (en Estados Unidos), se mantuvo vacía y abandonada. El deteriorado edificio encajaba naturalmente en el área. Las vidrieras de las tiendas estaban cubiertas con tablas. Una vieja escuela estaba cerrada con candado. Los únicos que parecían prosperar eran las licorerías. Todo se veía sombrío, sucio, olvidado. Entonces, una noche, las cosas cambiaron. La vieja iglesia volvía a iluminarse, las calles estaban llenas de automóviles estacionados fuera. El sonido de la música se oía en todas partes. Así como el árbol de los versículos del encabezado, lo muerto y abandonado, cobró vida nuevamente.
Yo he visto personas así. Durante años estuvieron vacías y en oscuridad, así como aquella iglesia. Había poco dentro de ellos, excepto ira, egoísmo, orgullo, envidia, etc. Luego, un día, todo cambió, de repente la oscuridad desapareció. Fue como si alguien hubiera encendido las luces en sus vidas.
Aquel que puede hacer ese tipo de cambio en las vidas de las personas, es únicamente Dios. Cuando alguien va a los pies de la cruz de Cristo, Dios perdona todos sus pecados (pasados, presentes y futuros) por medio de su Hijo Jesucristo. Nuestro Dios se especializa en dar vida nueva a todos aquellos que parecen no tener esperanza alguna en sus vidas. Bien le decía el apóstol Pablo a los Efesios:
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados. (Efesios 2:1)
No importa cuánto se esfuerce el ser humano por tratar de cambiar su estado caído, si no interviene Dios en su vida, será como darle una mano de pintura a un edificio que sigue abandonado, vacío y sin vida. Esto es porque solo Dios puede dar vida nueva. Bien dijo el Señor Jesús:
Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Juan 10:10)
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