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Vístete para triunfar



Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (Colosenses 3.12–14 RVR60)


En 1975, John Molloy, escribió un libro titulado Dress For Success (Vístete para triunfar), el cual llegó a ser la guía de modas para muchos que estaban tratando de llegar a la cumbre en sus empleos. El consejo de Molloy se centraba en una premisa básica: «Siempre vístase como su jefe». No importa si era para ir al trabajo, la escuela o para alguna actividad de entretenimiento, el consejo era vestirse como alguien importante.


No obstante, nosotros como creyentes tenemos un guardarropas completo del que debemos echar mano, tal como leemos en los versículos del encabezado. Lo primero y lo más importante, es que esta vestimenta no es opcional, ya que dice: «Vestíos, pues, como escogidos de Dios». El verbo vestir está en la conjugación imperativa, por lo tanto, es una orden, un mandamiento de parte de Dios; en otras palabras, no podemos no vestirnos como escogidos de Dios. ¿Cómo se visten los escogidos de Dios?


a) Santos y amados. Esto es, que tanto la santidad como el amor deben ser nuestra «primera capa o segunda piel». Ya que de esta forma debemos andar (Efesios 1.4).


b) Entrañable misericordia. La misericordia se entiende como inclinación del ánimo para compadecerse del mal ajeno. En consecuencia, un creyente no puede ser indiferente a sus semejantes. Y esto tiene que ver con el amor al prójimo que debemos tener (Mateo 22.39).


c) Benignidad. Esto es, haciendo el bien, cumpliendo el propósito por el cual fuimos creados en Cristo Jesús (Efesios 2.10).


d) Humildad y mansedumbre. La humildad y la mansedumbre son los rasgos característicos del corazón de Dios, tal como lo manifestó el Señor (ver Mateo 11.29), y como somos llamados a imitarlo (Efesios 5.1), también debemos estar vestidos de humildad y mansedumbre.


e) Paciencia. La paciencia implica sufrir circunstancias adversas esperando, pero de una manera voluntaria, y no por mera necesidad. Y el Señor nos dijo que en este mundo tendríamos aflicciones (Juan 16.33). Muchas veces tendremos pruebas o las cosas no pasarán en los tiempos que nosotros queremos (Isaías 55.8–9), de ahí la necesidad de vestirnos de paciencia.


f) Perdón. El Señor dijo: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas (Mateo 6.14–15 RVR60).


g) Amor. No solo tenemos el mandamiento de amar a Dios y a nuestros prójimos (Mateo 22:34-40), sino que además el amor debe ser el rasgo característico de los creyentes, pues bien dijo el Señor: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13.34–35 RVR60).


Entonces, ¿nos estamos vistiendo de esta forma? ¿Dedicamos tiempo para vestirnos como a Dios le agrada? Mis hermanos, si nos vestimos de esta manera, nos estaremos vistiendo para triunfar contra la carne, el mundo y Satanás.


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