La gloria que no proviene de Dios
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Versión en video: https://youtu.be/T06wzpoYmA0
Gloria de los hombres no recibo. (Juan 5:41)
En una sola línea, el Señor Jesús revela una verdad profunda que todo seguidor suyo debe abrazar: no buscar ni recibir gloria de los hombres. Él, el Hijo eterno, vino al mundo no para recibir aplausos, sino para hacer la voluntad del Padre y glorificarle en todo. En contraste con nuestra inclinación natural a buscar reconocimiento, aceptación y prestigio, Jesucristo nos enseña el camino de la humildad, la obediencia y la rendición total al propósito divino.
En el contexto del ministerio cristiano, esta enseñanza se vuelve aún más urgente. Cuando un predicador o pastor comienza a desear el aplauso, el respeto desmedido, los primeros lugares o la fama, en lugar de apuntar constantemente a Cristo, ha comenzado a desviarse del propósito por el cual fue llamado. La tragedia no está solo en que pierda su rumbo, sino en que arrastre consigo a otros, edificando un ministerio sobre su nombre y no sobre el de Cristo.
La gloria que proviene de los hombres es pasajera, engañosa y peligrosa. Inflama el orgullo, endurece el corazón y apaga la sensibilidad espiritual. Muchos han comenzado bien, predicando con sinceridad, pero lentamente fueron seducidos por la alabanza de las multitudes, la plataforma, el reconocimiento en redes sociales o los aplausos tras un sermón. Cuando el hombre se convierte en el centro, Cristo queda a un lado. Y cuando eso ocurre, ya no se trata del Reino de Dios, sino del reino del ego.
El Señor Jesús no buscaba fama; buscaba obedecer a Dios. No buscaba aprobación; buscaba glorificar al Padre. Él no vivió para impresionar, sino para servir. Y ese es el llamado para nosotros también. Cuando nuestras palabras, nuestras obras, y nuestro ministerio reflejan solo a Cristo, entonces nuestra vida apunta al cielo y no a nosotros mismos.
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