Amor que corrige
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Versión en video: https://youtu.be/4IHqOyU7hwg
El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige. (Proverbios 13:24)
Vivimos en una sociedad que cada vez rechaza más la corrección. Se levanta una generación que considera el límite como una forma de opresión, la autoridad como un estorbo, y la disciplina como un atentado contra la libertad. La cultura popular nos dice: “Deja que los niños se expresen como quieran”, “no les impongas tu forma de pensar”, “no les corrijas, que ellos elijan su camino”.
Pero esta ideología no solo contradice la sabiduría bíblica, sino que se opone abiertamente a ella, pues proviene de Satanás. La Palabra es clara: quien no corrige a su hijo, en realidad lo aborrece. Eso puede sonar duro, pero es una verdad que nace del amor. El amor genuino no permite que el ser amado se pierda. Dios mismo, como Padre, nos disciplina porque nos ama (Hebreos 12:6).
En cambio, esa “libertad” sin guía que el mundo predica, es una trampa del enemigo. El diablo siempre ha buscado romper el diseño de Dios desde la raíz: la familia. ¿Cómo lo hace? Convenciendo a los padres de que la disciplina es dañina para los niños. Pero cuando se quita la corrección, se siembra rebeldía, donde no hay autoridad, hay caos, y donde no hay temor de Dios, reina el pecado.
Mis hermanos, corregir no es maltratar. Disciplinar no es humillar. Es formar el carácter, es enseñar el camino y es advertir del peligro. El castigo no es un acto de ira, sino de amor, es un límite que protege, una guía que forma, una mano que orienta al niño hacia la verdad y la vida.
Como cristianos, debemos tener el valor de ir contra la corriente. No podemos criar hijos que agraden al mundo, sino hijos que agraden a Dios. Y eso requiere compromiso, discernimiento, y sí, también corrección. Nuestros hijos necesitan más que aprobación: necesitan verdad. Hoy, pidamos al Señor sabiduría para ejercer la corrección como Él lo hace con nosotros: con firmeza, con gracia, con amor y con propósito.
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