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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Un cimiento inamovible



Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3.17–19 RVR60)


Un profesor agnóstico cuenta a sus estudiantes que cuando tenía 8 años de edad, solía dar un testimonio cristiano tan conmovedor que hacía llorar a la gente que lo oía. Sin embargo, ahora rechaza su antigua creencia cristiana. Y lo peor de todo es que ha llevado a muchos jóvenes a renunciar a la fe que profesaban.


Alguien se puede preguntar, pero ¿por qué sucede algo así? Si buscamos en las escrituras, parte de la respuesta la podemos encontrar en Mateo 21.


Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle. (Mateo 21.28–32 RVR60)


Como podemos leer, esta parábola el Señor Jesús se la dijo a los religiosos de la época, quienes con sus bocas decían que sí a Dios, pero con sus actos y corazones lo rechazaban y estaban lejos de Él. Del mismo modo, muchas personas que se crían en hogares cristianos en algún punto le dicen sí a Dios, pero un sí como el del hijo de la parábola a quien se le pregunta primero. Le dicen sí sin entender lo que ello implica o lo que están haciendo; porque cuando su «fe» es probada, inmediatamente dan pie atrás; lo que claramente nos dice que este tipo de personas ha experimentado es una religión y no un nuevo nacimiento.


Por otra parte, hay quienes, inicialmente, pudieran decirle no al Señor Jesús, porque se dan cuenta de que arrepentirse y creer significa que sus vidas van a pertenecer completamente al Señor, y no les gusta aquella idea, ni las exigencias de seguir a Jesús. Sin embargo, al final terminan arrepintiéndose de sus pecados y recibiendo el regalo de la salvación.


Así como una casa que está bien cimentada, una fe falsa o débil no podrá resistir frente a las adversidades. Para quienes dicen sí al Señor, pero un sí a la ligera, nunca experimentarán la verdadera transformación de nacer de nuevo. Por eso el Señor Jesús dijo:


Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. (Mateo 5.37 RVR60)


Si le vamos a decir que sí al Señor, tendrá que ser un sí con todo lo que ello implica, un sí consciente e inamovible.


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