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Todo es por gracia

  • hace 3 días
  • 2 Min. de lectura

Versión en video: https://youtu.be/SWHp0P7lG6s


Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. (Juan 1:16)


Cuando miramos a nuestro alrededor y contemplamos la vastedad de la creación —los cielos que cuentan la gloria de Dios, la tierra llena de su hermosura, el aire que respiramos, el sol que calienta nuestro rostro— descubrimos que todo, absolutamente todo, es fruto de la gracia de Dios. Nada existe porque la humanidad lo mereciera; todo existe porque Dios, en su naturaleza bondadosa, quiso darlo.


A. W. Tozer lo expresó con profunda claridad: “Recordemos lo siguiente: todo lo que Dios hace es por gracia, puesto que ningún hombre, ninguna criatura, ningún ser merece nada. La salvación es por gracia, la creación es por gracia; todo lo que Dios hace es por gracia y cada ser humano —creyente o incrédulo— ha recibido —en alguna medida— algo de la plenitud de Dios”.


La salvación misma es el acto supremo de esa gracia. El Señor Jesús no vino porque lo mereciéramos, ni murió porque le hubiésemos ofrecido algo digno de tal sacrificio. Fue solo por su gracia —esa disposición divina de hacer el bien a quienes nada merecen— lo que llevó al Hijo eterno a humillarse, tomar forma de siervo y dar su vida por nosotros.


Pero esa gracia no se limita a la cruz. La creación entera es una manifestación continua de ella. Cada latido de nuestro corazón, cada respiración, cada nuevo amanecer es un regalo inmerecido. Incluso aquellos que rechazan a Dios disfrutan diariamente de su gracia común: la lluvia que riega sus campos, el alimento que sostiene sus cuerpos, el aire que llena sus pulmones.


Este reconocimiento nos lleva a un lugar de profunda humildad y gratitud. Vivimos rodeados de dones que nunca podríamos ganar por nosotros mismos. Y, como hijos de Dios, además disfrutamos de una gracia aún mayor: la gracia salvadora, que nos reconcilia con el Padre y nos da vida eterna en el Señor Jesús.


Hoy, recordemos que todo lo que somos y todo lo que tenemos proviene exclusivamente de la gracia de Dios. Que nuestro corazón responda con asombro, gratitud y adoración a aquel que, por pura gracia, nos ha dado de su plenitud.

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