top of page

Perdonar como Cristo nos perdonó

  • hace 4 días
  • 2 Min. de lectura

Versión en video: https://youtu.be/tmeTJvsoZps


Mirad por vosotros mismos; si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviera a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale. (Lucas 17:3–4)


Perdonar no es algo natural para nosotros. Por instinto, cuando alguien nos hiere, preferimos devolver la ofensa, guardar rencor o simplemente alejarnos. Pero el Señor Jesús nos llama a algo completamente diferente: a perdonar, no una vez ni dos, sino tantas veces como sea necesario. Incluso siete veces en un mismo día, si es que nuestro hermano se arrepiente.


El mandato del Señor en Lucas no es condicional en cuanto a la frecuencia de la ofensa, sino condicional solo en cuanto a la disposición del otro a reconocer su falta. Y aun allí, el Señor sabe que perdonar repetidas veces puede doler, cansar y humillar nuestro orgullo. Por eso Pablo nos recuerda en Colosenses 3:13 cuál es la raíz de nuestro perdón: “De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”.


El Señor Jesús nos perdona no una vez, sino muchas. No solo por faltas pequeñas, sino por nuestras rebeliones más profundas. Y su perdón no brotó de frialdad o deber, sino de amor inmerecido. ¿Cómo podríamos, entonces, retener el perdón a otros, cuando hemos recibido tanto?


En ese mismo pasaje de Colosenses se nos habla que debemos soportarnos en amor. Soportarse implica tener paciencia con las debilidades y defectos de los demás, sin amargura. Mientras que perdonar implica liberar la deuda, renunciar al derecho de vengarnos o de hacer pagar al otro. En ambos casos, no podemos hacerlo por nuestras propias fuerzas, sino recordando y mirando continuamente a Cristo: su gracia, su cruz, su ejemplo.


Hoy, quizás tengamos a alguien que nos ha fallado repetidas veces, o alguien que simplemente nos irrita o hiere sin querer. Si este es el caso, miremos a nuestro Salvador. Él nos soportó y nos sigue soportando, a pesar de nuestras incontables faltas. Del mismo modo, nos perdonó y nos sigue perdonando muchas veces al día. En conclusión, mis hermanos, pidámosle que nos ayude a hacer lo mismo con todos quienes nos rodean, para que así podamos ser fieles reflejos de nuestro Señor.

Comments


bottom of page