Fuente: Nuestro Pan Diario
Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. (Juan 15:15)
Sócrates una vez preguntó a un simple anciano qué era lo que más agradecía en la vida. El hombre contestó: «Que siendo quien soy, haya tenido los amigos que he tenido».
Algunos «amigos» son inconstantes. En el libro de Proverbios leemos: «Las riquezas traen muchos amigos; mas el pobre es apartado de su amigo» (Proverbios 19:4). Sin embargo, un verdadero amigo «en todo tiempo ama» (Proverbios 17:17) y es «más unido que un hermano» (Proverbios 18:24).
Un amigo genuino nos libera para ser quienes somos y lo que somos. Podemos expresar nuestras dudas y hablar libremente de los lobos que aúllan a la puerta de nuestra vida. Un amigo fiel afirma nuestra valía. La reina Victoria dijo de William Gladstone: «Cuando estoy con él, siento que soy una de las líderes más importantes del mundo». Pero de Benjamín Disraeli, dijo: «Él me hace sentir como si yo fuera una de las líderes más importantes del mundo».
Los cristianos tienen una ventaja cuando se trata de hacer y de ser amigos, porque formamos parte de una familia. ¿No has sentido ese lazo familiar cuando hablas con un extraño y descubren que tienen a Cristo en común? Y no es de extrañar, pues Él es el amigo más verdadero que alguien pueda tener.
—HWR