¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación? (Hebreos 1:14)
Los ángeles son seres espirituales creados por Dios para servirle, para dar testimonio de su santidad, de la grandeza y de la sabiduría de Dios y de Cristo (Isaías 6:2-3; Apocalipsis 5:11-12). No son ni divinos ni independientes, sino que obedecen a Dios; razón por la cual no deben ser adorados. Ellos mismos afirman esto, por ejemplo, cuando el apóstol Juan se arrodilló delante de uno de ellos: «Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios» (Apocalipsis 22:9).
Como mensajeros (es el sentido de la palabra «ángel»), siguen las órdenes de Dios para cumplir su voluntad. Actúan entre los hombres llevándoles un mensaje especial, y pueden aparecer en forma humana (Génesis 18:2, 16; Ezequiel 9:2). Desempeñaron un papel importante en los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Jesús (Lucas 1:11, 26-38), su muerte (Lucas 22:43), su resurrección (Mateo 28:2-5) y su ascensión (Hechos 1:10). También intervendrán cuando venga para reinar con gloria en la tierra (Mateo 16:27).
Los ángeles protegen de forma especial a los niños (Mateo 18:10) y ayudan a los creyentes (Daniel 9:20-27). Los acompañan al cielo (Lucas 16:22). Ejecutan los juicios de Dios contra los malos (Génesis 19:12-13; Apocalipsis 16:1-17). Además, la Biblia habla de dos clases de ángeles: los que sirven a Dios y le obedecen; y los que no lo hacen, los que se rebelaron contra Dios (2 Pedro 2:4; Judas 6), que también son llamados como demonios. Los ángeles santos reconocen que solo Dios es digno de ser adorado (Apocalipsis 22:8-9), mientras que los caídos sirven a Satanás, aunque tiemblan en la presencia de Dios (Santiago 2:19).
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