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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Me preocupo…



Fuente: La Buena Semilla


Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. (Mateo 6:32)


¡Todo me inquieta! Mi salud, mi situación profesional, mi familia. Mis cercanos me preocupan. Los veo hundirse en situaciones insostenibles, y eso me enferma. Me siento responsable de su felicidad. Las circunstancias que atraviesan y las mías son el centro de mis preocupaciones: con tal que tenga lo necesario para vivir, que mi hija no se enferme. Y luego, aunque todo transcurra como lo espero, aun encuentro algo en lo que no había pensado y que arruina mi dicha.


La preocupación es un veneno del cual no puedo deshacerme. Se ha vuelto una verdadera obsesión en mí. De hecho, sé muy bien que Dios me ve. Y más aún, sus ojos están siempre sobre mí, porque desea ayudarme y tener una relación verdadera y sincera conmigo. A pesar de esto, yo no pienso más que en mis preocupaciones. ¿Continuaré con esta obsesión? Dios me llama a confiar en Él, a entregarme totalmente a Él, ¿dudaré en hacerlo? El apóstol Pedro, en su primera carta, tenía razón cuando dijo: «Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (1 Pedro 5:7).


Puedo descansar en mi Dios, confiar en Él, porque me ama, se ocupa de mí, y vela sobre los míos. Puedo contarle mis preocupaciones, y Él las llevará en mi lugar. El Señor Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Y en el sermón del monte, dijo:


Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? (Mateo 6:26).


Descansemos en nuestro Dios, quien no nos deja, y que siempre está dispuesto a ayudarnos.


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