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  • Foto del escritorIris P.

LA TENTACIÓN HUMANA




Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. (1 Corintios 10.23 RVR60)


Como seres humanos no tenemos la capacidad para luchar contra la tentación por nosotros mismos, menos si es que pensamos que sin la ayuda de Dios lo lograremos; lo cierto es que si lo hacemos así, caeremos. Dios nos dice que todo nos es permitido, pero no todo nos conviene, porque Él sabe que la tentación está a la orden del día, sobre todo cuando no nos negamos nada.


Otras veces, pensamos que la tentación es demasiado fuerte para que la podamos resistir, pero dicen las escrituras:


No nos ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana, pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir. (1 Corintios 10.13 RVR60)


La tentación viene, por así decirlo, en muchas formas y tamaños. Por ejemplo, cuántas veces somos tentados a hablar mal de nuestro prójimo; y qué hablar de las tentaciones sexuales; mientras que otras veces somos tentados a volver de donde nos sacó Dios, esto es, al mundo. Pero ¿de dónde viene la tentación? Dicen las escrituras:


La tentación viene de nuestros propios deseos, los cuales nos seducen y nos arrastran. De esos deseos nacen los actos pecaminosos, y el pecado, cuando se deja crecer, da a luz la muerte. (Santiago 1.14–15 NTV)


Sí, mis hermanos, el problema somos nosotros, específicamente en nuestra propia carne. Por eso bien decía el apóstol Pablo:


Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. (Romanos 7.18 RVR60)


Sin embargo, esta no es excusa para que cedamos ante la tentación, sino que debemos combatirla, porque cuando cedemos ante ella, luego caemos en el pecado. Y también debemos recordar que Dios nos dio una nueva naturaleza, una que puede vencer al pecado.


¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (Romanos 6.1–2 RVR60)


Tal como dice Pablo en todo el capítulo 6, nosotros estamos muertos al pecado y no podemos seguir viviendo como esclavos del pecado y la carne. Además, recordemos que Dios nos llamó a santidad, no a pecar deliberadamente, pues bien dice su Palabra: Sed santos, porque yo soy santo, dijo el Señor. (1 Pedro 1.15 RVR60)


Hermanos, sigamos el ejemplo de nuestro Señor, quien fue tentado en todo, por lo cual se puede compadecer de nosotros y además, es Él quien nos da las fuerzas para poder vencer al pecado:


Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4.15–16 RVR60)


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