En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:10)
Dios sabía de antemano que los hombres harían un mal uso de sus vidas, lo cual los puso bajo la esclavitud del pecado; así lo dijo el Señor Jesús: «De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado» (Juan 8:34).
Por ello, incluso antes de que existiese el mundo, Dios ideó un plan de rescate para la humanidad: El Señor Jesús, Dios hecho carne que vino a librarnos de la esclavitud del pecado a través de perdón de los mismo. La Biblia nos revela este único medio de salvación para el hombre perdido, pues dice:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16–17)
¡Qué mensaje más tranquilizador para nosotros, criaturas de Dios! ¡Que Dios ama a los seres humanos! Dios es justicia, un juez justo (Salmos 7:11), pero en vez de castigarnos por nuestras maldades, decidió enviar a su Hijo Jesús. Su muerte en la cruz del Calvario y su posterior resurrección de entre los muertos, manifiestan su resplandeciente victoria sobre el mal. Los que creen en esto, reciben la vida eterna.
En un mundo lleno de incertidumbres, que no sabe para dónde va, Jesús es la respuesta. Al seguirle hallaremos un sentido a nuestras vidas, una respuesta justa a nuestras preguntas existenciales, y recibiremos ánimo en medio de cualquier dificultad que podamos enfrentar.
Contestando a la pregunta del título: No, Dios no es indiferente a nuestro futuro eterno. Así que, dejémosle actuar en nosotros, escuchémosle, y sobre todo, creamos en Él, recibiendo así el regalo de la gracia de Dios. Porque el mismo Señor Jesús dijo: «De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida» (Juan 5:24).
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