Nota: Esta es la transcripción de un episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio del podcast hacer click aquí.
¡Sean muy bienvenidos al episodio número 81 del podcast! En este episodio estaré hablando sobre tres errores conceptuales acerca del pueblo de Israel que algunos hermanos tienen.
Hace no mucho escuché un mensaje que hablaba sobre el pueblo de Israel. Dentro de las muchas cosas que mencionaron sobre ellos, quien hablaba dijo que nosotros como creyentes debemos agradecerle a Israel porque gracias a ellos tenemos la Biblia, y también la salvación de nuestras almas.
Cuando escuché aquel mensaje, me quedé meditando en todo lo que oí, y también vinieron a mi mente algunos otros errores conceptuales que he oído y que algunos hermanos tienen con respecto a la relación de Israel y la iglesia. Y en este episodio, como mencioné en la intro, me gustaría revisar tres de aquellos errores. Entonces, sin más preámbulos, comencemos.
1. La Salvación viene de los judíos:
Dice la Palabra de Dios:
Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. (Juan 4.19–23 RVR60)
¿A qué se refería el Señor con eso de que la salvación viene de los judíos? ¿Es efectivamente cierto que la Salvación de nuestras almas proviene del pueblo de Israel? A decir verdad, si miramos el contexto de la conversación del Señor Jesús con la mujer samaritana, podremos entender qué es lo que quiso decir el Señor.
Si leemos toda la conversación del Señor con la mujer samaritana, podemos ver que la mujer le dice al Señor sobre la adoración en aquel monte donde se hallaba el pozo llamado «de Jacob»; sin embargo, y conforme a la elección divina, el monte donde se construyó el templo en Jerusalén, era el lugar escogido por Dios para que pudieran adorarle sus criaturas. Pues le dijo: «Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos». Entonces, en el contexto del pasaje, el Señor le está diciendo a modo de aclaración lo de: «porque la salvación viene de los judíos», dándole a entender que es en Israel donde se debe adorar, porque allí estaba el templo donde Dios moraba con sus criaturas; en aquellos días, claro.
Por otra parte, le dice esto, porque los samaritanos no eran judíos, conforme a lo que leemos en las escrituras, escuche:
Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam que él hizo, sin apartarse de ellos, hasta que Jehová quitó a Israel de delante de su rostro, como él lo había dicho por medio de todos los profetas sus siervos; e Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta hoy. Y trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades. Y aconteció al principio, cuando comenzaron a habitar allí, que no temiendo ellos a Jehová, envió Jehová contra ellos leones que los mataban. (2 Reyes 17.22–26 RVR60)
Permítanme dar un breve resumen de la historia de Israel para que entendamos el contexto de lo que leí. Durante el reinado de Roboam, hijo de Salomón, la nación de Israel se dividió en dos reinos, estos eran los reinos del norte o de Israel y el reino de Judá. En cuanto al reino de Israel –el cual estaba compuesto por 10 de las 12 tribus–, fue destruido por Dios, debido a una sucesión de reyes que jamás le buscaron y le honraron, que desviaron el corazón de los israelitas; y como resultado de esto, Él los entregó en manos del rey Salmanasar de Asiria en el año 722 a.C. Y tal como leí recién, las ciudades del reino del norte, fueron repobladas por gente que no conocían a Jehová y este les envió animales para que los mataran.
Por lo tanto, el Señor no estaba diciendo que los judíos son la fuente de la salvación eterna de nuestras almas, sino que le estaba aclarando a la mujer samaritana que la adoración que ellos hacían en aquel monte, no era correcta, porque era en Jerusalén donde se debía adorar a Dios. Y de ahí la expresión de «porque la salvación viene de los judíos», porque si ella quería encontrar el favor de Dios, debía acercarse a Él a través del templo de Jerusalén que estaba en el territorio judío.
Por otra parte, la frase dicha por el Señor Jesús solo dejaba ver la misericordia y gracia de Dios, ya que es a través del pueblo que Él había escogido para ser suyo, que vendría aquel que es el Salvador del mundo, es decir, el Hijo de Dios humanado. Pero esto no es mérito de los judíos en sí mismos, sino que Dios así lo quiso cuando le prometió a Abraham «que en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz» (Génesis 22.18 RVR60).
Y es más, y para que lo tengamos claro, Israel no tenía (y tampoco lo tiene hoy) nada de especial, todo lo contrario, fueron escogidos precisamente por eso, por ser insignificantes. Escuche:
Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos (Deuteronomio 7.6–7 RVR60)
Además, si verdaderamente cada uno de los creyentes en Dios que ha recibido la Salvación eterna de sus almas lo hizo gracias a los judíos, entonces las escrituras se contradecirían a sí mismas, ya que nos dice en el evangelio de Juan que:
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan 1.12–13)
En estos dos versículos podemos ver que la Salvación de nuestras almas no guarda ninguna relación con los seres humanos, sino que es únicamente de Dios. Por lo tanto, no podemos decir que la salvación viene directamente de los judíos, refiriéndonos a que gracias a ellos tenemos la salvación y por lo tanto debemos agradecercelo a ellos; porque si hemos sido salvados, es única y exclusivamente gracias a la voluntad de Dios, y en consecuencia, es únicamente a Él a quien debemos agradecer, glorificar y honrar. Porque como creyentes únicamente podemos adorar y agradecer al Creador, no a las criaturas. Además, si leemos todo el Antiguo Testamento y los evangelios, nos podremos dar cuenta que Israel desde el día uno, fue y es un pueblo rebelde a Dios. Basta con que miremos cómo actuaron antes de siquiera salir de Egipto; y demás está decir todo lo que hicieron en el desierto aquellos 40 años, y para qué mencionar todo lo que hicieron en el período de los jueces y en el tiempo de los reyes.
A través de las escrituras vemos como ellos constantemente dejaban a Dios, se volvían a los ídolos y Dios los tenía que castigar una y otra vez, como un padre que corrige a sus hijos, llamándoles para que se volvieran a Él, pero ellos persistían en desobedecer a Dios y sus leyes. Tanto así, que el mismo Dios dice a través del profeta, lo siguiente: «Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová» (Isaías 30.9 RVR60). Y peor aún, cuando su Mesías, es decir, el Señor Jesús anduvo en medio de ellos haciendo bienes (Hechos 10.38), ellos le rechazaron y más encima le entregaron para ser muerto en una cruz.
Mis hermanos, el pueblo de Israel, siempre ha sido un pueblo rebelde, que lo único que hace es ser un espejo de nuestra propia desobediencia y rebeldía a Dios, me refiero a nosotros los creyentes, los que formamos parte del cuerpo de Cristo y que constantemente pecamos, desobedecemos a Dios y somos rebeldes a sus mandamientos. Y lo cierto es que muchas veces nosotros no solo actuamos igual, sino incluso peor que el pueblo de Israel.
En conclusión, podemos decir que no es gracias a los judíos que tenemos salvación, sino que Dios usó a los judíos para traer la Salvación a este mundo. No obstante, la gloria no la puede merecer el ser humano, sino que esta pertenece únicamente a Dios. Porque bien nos dice su Palabra:
Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (2 Corintios 5.19 RVR60)
Acá no hay intervención humana, tal como leía en el pasaje de Juan 1.12–13, sino que es Dios mismo autoreconciliándose con sus criaturas, sin que estas intervengan en el proceso; sino solo siendo receptoras de lo que el Señor Jesús consumó. Todo en las escrituras nos habla de que nuestra salvación y elección es de origen divino y nada tuvimos que ver nosotros en ello. Por ejemplo, Pablo le dice a los Efesios lo siguiente:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad (Efesios 1.3–5 RVR60)
Y precisamente estos versículos me llevan al siguiente punto que quiero tocar, que es:
2. La iglesia como el plan B
¿A qué me refiero con esto? A que muchos hermanos piensan y enseñan, que debido al rechazo de su Mesías por parte de Israel, Dios se volvió a nosotros los gentiles para darnos la salvación.
Quienes enseñan estas cosas, fundamentan sus enseñanzas en versículos tales como este:
Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. (Mateo 21.43 RVR60)
Si leemos todo el contexto de la conversación, podremos ver que esto es parte de la conversación que tuvo el Señor Jesús con los religiosos de la época, tras relatarles la parábola de los labradores malvados que golpearon y mataron a cada uno de los que Dios envió a ellos; y a modo de conclusión les dijo que como ellos nunca dieron frutos, la «viña» que representa el reino de Dios, se les iba a quitar para dárselas a quienes sí dieran fruto.
Y como dije, estos hermanos, enseñan que debido a que Israel despreció el regalo de Dios, los gentiles tuvimos acceso al reino de Dios, es decir, a «modo de plan B». Como si Dios hubiera dicho: «Ya que no me hicieron caso los descendientes de Abraham, me vuelvo a los gentiles». ¡Para nada! Esto no es como lo que hacía el apóstol Pablo en sus viajes misioneros cuando era rechazado en una sinagoga judía. Escuche:
Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles. (Hechos 18.6 RVR60)
Esto que acabo de leer pasó en la sinagoga de la ciudad de Corinto. Entonces, como decía, esto no es como Dios actuó para con nosotros, porque tal como leí en los versículos de Efesios 1.3–5, Dios nos escogió para ser sus hijos desde antes de la fundación del mundo, Él ya nos había escogido para ser adoptados como hijos suyos, me refiero a los gentiles. Que Israel haya despreciado los dones dados por Dios, no implica que como consecuencia nosotros tuvimos acceso a ellos; sino que siempre fue la intención de Dios hacernos partícipes de sus riquezas celestiales.
Es que si seguimos esa línea de pensamiento de estos hermanos, que los gentiles somos el plan B de Dios, y que debido a que Dios desechó a los judíos, nosotros tenemos acceso a su gracia, significaría que todos los judíos estarían completamente impedidos de entrar en el reino de los cielos, ya que, conforme a lo que enseñan, los judíos fueron desechados y, por lo tanto, no deberían tener acceso al reino de Dios; sin embargo, claramente leemos lo siguiente en Romanos:
Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. (Romanos 11.1 RVR60)
Los judíos no fueron desechados por Dios para alcanzar la salvación de sus almas, sino que los judíos dejaron de ser el pueblo de Dios. Digo esto conforme a lo que encontramos en Efesios en el capítulo 2 desde el versículo 11 habla sobre la separación que había entre judíos y gentiles antes de que el Señor Jesús consumara la salvación en la cruz del Calvario, y de cómo esto cambió por algo nuevo. Escuche:
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. (Efesios 2.14–16 RVR60)
Acá vemos que de los dos pueblos, es decir, judíos y gentiles, Dios hizo un solo y nuevo pueblo; un solo cuerpo, como menciona en el verso 16. Ya no existen un pueblo terrenal (Israel) y uno espiritual (la iglesia), ¡no! Ya solo existe un único pueblo, el cual es la iglesia.
Además, ambos, me refiero a judíos y gentiles, pasamos a tener el mismo estatus. Escuche esta comparativa del AT y del NT:
Primero leeré en el AT. Dice así:
Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. (Éxodo 19.6 RVR60)
Y ahora en el NT:
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. (1 Pedro 2.9–10 RVR60)
La diferenciación entre judíos y gentiles fue completamente abolida en Cristo Jesús. Escuche:
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. (Gálatas 3.28–29 RVR60)
Estos hermanos, los que enseñan la separación entre Israel y la iglesia como si tuvieran dos caminos anexos; muchos de ellos dicen que Israel tiene un camino especial trazado por Dios, mientras que la iglesia seguimos un camino propio. Sin embargo, acabamos de ver a través de las escrituras que eso no es cierto.
Por otra parte, lo que estos hermanos no entienden, es que todo lo que pasó con Israel, me refiero desde su elección en adelante, era una figura o sombra de las cosas celestiales, de lo que Dios habría de hacer posteriormente de manera espiritual, me refiero a esta nueva creación que es la iglesia. Porque todo lo que pasó antes de la venida del Señor Jesús, eran figuras de la relación de Dios con sus criaturas, esto incluía a Israel, el tabernáculo, los sacerdotes, los sacrificios, etc. Digo esto, porque en la carta a los Hebreos, leemos lo siguiente:
Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. (Hebreos 10.1 RVR60)
Y también dice:
Como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. (Hebreos 8.5 RVR60)
Nosotros, esto es los creyentes, somos el verdadero pueblo escogido por Dios. Es más, conforme leemos en la Palabra, no solo pasamos a ser una nación santa, como leí hace un rato en aquellos versículos de 1 Pedro 2.9–10, sino que nuestra relación con Dios se profundizó muchísimo más. Les explico, si hacemos una mirada macro desde el Antiguo Testamento, hasta el Nuevo Testamento, podremos ver como Dios se fue acercando cada vez a sus criaturas.
En el libro de Génesis, Dios «caminó» con algunos: en Génesis 5:22, 24 no habla de cómo Enoc caminó con Dios. Lo mismo en Génesis 6:9 en donde leemos como Noé caminó con Dios.
En el libro de Éxodo encontramos que Dios decidió habitar con su pueblo (Éxodo 25:8). Específicamente en el tabernáculo que mandó construir a Moisés (Éxodo 40:34–38); hasta que el pecado de Israel ocasionó que la gloria se apartara de ellos (1 Samuel 4.21–22).
Luego Dios habitó en el templo construido por Salomón (1 Reyes 8:1–11); pero, lamentablemente, tras el pecar continuo del pueblo de Israel, la gloria se fue del templo (Ezequiel 10:18–19).
La siguiente habitación, si bien no está directamente relacionado con nosotros, pero fue el cuerpo que el Padre le preparó al Hijo (Juan 1:14). No obstante, e incluso en este caso, Israel no solo pecó como siempre, sino que fueron más allá, porque los judíos lo tomaron y lo clavaron en una cruz utilizando a los romanos.
Hoy en día, vemos una cercanía muchísimo más profunda y rica. Pues leemos en Efesios lo siguiente:
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios (Efesios 2.19 RVR60)
Acá vemos claramente que fuimos hechos parte de la nación santa de Dios, y en este pasaje el Espíritu Santo nos revela que nuestra relación es aun más, pues nos dice que pasamos a ser miembros de la familia de Dios, esto es, sus hijos. Además, pasamos a ser la habitación de Dios de manera tanto personal como colectiva, a través de su Espíritu Santo, el cual mora en cada uno de nosotros utilizando nuestros cuerpos como templo, según leemos en 1 Corintios 3.16–17; y según leemos en Efesios 2.22, la iglesia en su totalidad es considerada como la habitación espiritual de Dios. Porque bien nos dicen las escrituras que Dios no habita en templos hechos por manos de hombres (Hechos 7.48–50). Sino que Él habita en el corazón de aquel que ha confiado en Cristo (1 Corintios 6.19–20).
Y hace un rato decía que el pueblo de Israel era figura del pueblo espiritual que es la iglesia, porque, por ejemplo, nosotros hemos recibido la verdadera circuncisión de parte de Dios. Escuche:
En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo (Colosenses 2.11 RVR60)
Bueno, creo que he aclarado el punto de que los gentiles no somos el plan B de Dios, sino que siempre hemos tenido parte del único plan de Dios para relacionarse con sus criaturas.
Continuemos, entonces, con el último error que quiero abordar.
3.- Agregados a Israel:
Existe un pasaje en la carta a los Romanos que dice:
Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo? (Romanos 11.17–24 RVR60)
Para contextualizar, en esta carta, el apóstol Pablo está hablando a una audiencia de creyentes gentiles que viven en Roma, pero también se dirige a creyentes de origen judío. Ahora, los primeros se sentían superiores o mejores que los segundos. Entonces, el apóstol hace todo un discurso sobre este tema. Y en esta porción de la carta está hablando acerca de los israelitas de manera figurativa como ramas de un olivo.
Ahora, algunos creyentes cuando leen esta porción de las escrituras, interpretan que los creyentes gentiles somos injertados en Israel, debido a que este es el olivo. Pero, esto es un error y lo podemos ver en el mismo contexto del pasaje, ya que en el versículo 18, dice: «no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti». El apóstol, en todo momento, se refiere a los de Israel como ramas de un olivo, no como el olivo en sí; y en este verso que leí, habla de una raíz que sustenta al árbol.
Pero pensemos, conforme a lo que enseñan estos hermanos, si Israel fuese el olivo, entonces, ¿Israel sustenta a la iglesia? Me refiero a que le da vida a la iglesia. No, no es lo que encontramos en las escrituras. Pues nosotros, los creyentes, tenemos vida únicamente en Cristo quien es la fuente de la vida y Él nos la provee, no Israel. Porque bien dijo el Señor:
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15.4–5 RVR60)
En estos versículos vemos una figura similar, el Señor es la vid y nosotros somos los brotes que llevan el fruto que se alimentan de la vid. Y como aclara el Señor, no podemos hacer nada estando separados de Él; porque para poder llevar frutos, tenemos que permanecer en Él. Y como mencioné antes, es Él quien nos da la vida, conforme a lo que leemos en su Palabra. Escuche:
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados (Efesios 2.1 RVR60)
Entonces, podemos ver que la imagen usada por el apóstol Pablo es la misma imagen de la vid y los pámpanos; es decir, que el Olivo es el Señor y nosotros somos injertados en Él, lo cual está conforme a las escrituras, porque como mencioné anteriormente, nosotros pasamos a formar parte del cuerpo de Cristo. Y bajo ningún punto de vista pasamos a formar parte de Israel. Y como también leí recién, es el Señor el que nos da la vida, no Israel. Por lo tanto, considerar que Israel nos da vida o que somos injertados en Israel, no es mas que un error de comprensión del contexto y de las mismas escrituras.
Y como ya aclaré en el primer punto que toqué sobre Israel como fuente de la salvación, si pensamos que es gracias a Israel que tenemos vida, le estamos dando la gloria a la criatura y no al creador, lo cual es una herejía de nuestra parte.
Además, vuelvo a repetir algo que dije al principio, Israel siempre ha sido un pueblo rebelde para con Dios, y aún lo son, pues persisten en rechazar al Señor Jesús, y le siguen llamando un impostor y no creen que Él sea el Mesías prometido. Además, ellos son un pueblo terrenal, mientras que Dios, al ser Espíritu, busca un pueblo espiritual, no terrenal, así como busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad (Juan 4.23–24), por lo tanto, Él ahora posee un pueblo espiritual, ya no uno terrenal, asimismo no mora en templos hechos por manos humanas, sino que mora en nosotros, que somos creación exclusiva suya, tal cual leemos en Salmos. Escuche:
Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. (Salmos 139.13 y 16 RVR60)
Así que, mis amados hermanos, dejemos de mirar a Israel como fuente de alguna cosa para nosotros como creyentes, pues al igual que nosotros, son simples criaturas; a quien debemos mirar, desear, seguir, escuchar y alabar es únicamente al Dios Todopoderoso, pues es Él quien merece toda nuestra adoración y toda nuestra atención; porque como le dijo Pablo a los romanos:
Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. (Romanos 11.36 RVR60)
En conclusión, dejemos de adorar a Israel, porque si persistimos en ello Dios nos castigará por ser herejes.
Que el Señor les bendiga.
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