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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Episodio #62: ¿Estamos viviendo el cristianismo que instauró el Señor Jesús?



 

Nota: Esta es la transcripción de un episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio del podcast hacer click aquí.

 

¡Sean todos muy bienvenidos a un nuevo episodio más de su podcast, Edificados en Cristo! Mi nombre es Alexis. Y el día de hoy, les traigo un episodio titulado: ¿Estamos viviendo el cristianismo que instauró el Señor Jesús? Pero antes, demos paso a la intro y los veo enseguida.


Debido al sistema de lectura bíblica que uso, estos dos últimos años he estado leyendo los evangelios a diario. Y a través de ese tiempo, Dios me ha hecho darme cuenta de que el cristianismo que conozco de toda la vida (pues nací en un hogar cristiano), no se asemeja mucho a lo que el Señor Jesús instauró y nos mostró con su ejemplo cuando estuvo acá en la tierra.


Probablemente para muchos hermanos lo que acabo de decir es una herejía y lo que diré a continuación quizás les parezca aún más descabellado y extremista; pero les pido que no cierren sus mentes y corazones, porque todo lo que mencionaré no es más que el ejemplo que el Señor Jesús dejó y muchas de las palabras que Él mismo dijo. Comencemos con el ejemplo de vida de nuestro Salvador. Escuche:


Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado. Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos. (Mateo 8.18–22 RVR60)

Cuando este escriba le dice al Señor que lo va a seguir; en un parafraseado, el Señor le responde algo así: “Hey, fíjate bien en lo que vas a hacer, porque yo no habito en una mansión lujosa, ni tengo comodidades; es más, no tengo ninguna posesión terrenal, ni siquiera una cama donde acostarme y eso es lo que te espera si es que me sigues”. Ahora, si miramos más de cerca este pasaje, nos damos cuenta de la manera en cómo el Señor vivía; Él no tenía posesiones materiales, como ya dije, ni tampoco las buscaba, porque tal como Él le dijo a Pilato: Mi reino no es de este mundo (Juan 18.36); por lo tanto, nada de lo que el Señor hacía o decía, tenía que ver con las cosas de este mundo.


Ahora bien, si observamos lo que Jesús le respondió al otro que le dijo que lo seguiría luego de ir a enterrar a su padre, podemos desprender la misma idea de, por así decirlo, desentenderse de las cosas de esta vida. Porque, básicamente, le dijo: “Deja que los pertenecen a este mundo, se preocupen de las cosas de este mundo; si tú quieres seguirme, deja atrás los afanes y preocupaciones de esta vida”. Un ejemplo muy actual de esto, es la gran cantidad de cristianos que han volcado sus fuerzas, concentración y energías en la política, preocupándose por las cosas de este mundo, poniendo su fe y su confianza en los hombres y en las leyes de los mismos; por así decirlo, están preocupados de “enterrar muertos”, siendo que en su Palabra, Dios nos dice:


Puesto que ustedes ya han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Pongan la mira en las cosas del cielo, y no en las de la tierra. Porque ustedes ya han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios. (Colosenses 3.1–3 RVC)

Es que si miramos lo que nuestro Salvador hizo, nos queda clara su manera de vivir; una que, por cierto, se nos presenta como un ejemplo a seguir. Y el apóstol Pablo nos dice qué es lo que el Señor Jesús hizo antes de venir a este mundo. Escuche:


Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales. (Filipenses 2.5–8 NTV)

Tal como podemos ver, nuestro Señor, antes de venir a este mundo, se despojó de todo, bueno, excepto de su divinidad, pues nunca dejó de ser Dios; sin embargo, sí dejó atrás todo lo demás de su ser, por ejemplo, su gloria. Ya que, sabemos que se despojó de ella, porque la noche antes de ser arrestado, mientras aún estaba con sus apóstoles, dijo lo siguiente:


Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. (Juan 17.5 RVR60)

Ahora, nosotros como seres humanos insertos en este sistema mundano de origen satánico (1 Juan 5.19), hemos recibido lo que este mundo y su amo nos ofrece, ya que se nos enseña a buscar únicamente lo material, pero no solo a buscarlo, sino también a desearlo y poner todas nuestras fuerzas para tratar de conseguirlo. Pues el ser humano sin Cristo se afana cada día por lo material de esta vida. No obstante, lo que el Señor Jesús nos dice en su Palabra es totalmente opuesto. Escuche:


Por eso les digo que no se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente alimento y bebida, o suficiente ropa para vestirse. ¿Acaso no es la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Miren los pájaros. No plantan ni cosechan ni guardan comida en graneros, porque el Padre celestial los alimenta. ¿Y no son ustedes para él mucho más valiosos que ellos? ¿Acaso con todas sus preocupaciones pueden añadir un solo momento a su vida? ¿Y por qué preocuparse por la ropa? Miren cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni cosen su ropa; sin embargo, ni Salomón con toda su gloria se vistió tan hermoso como ellos. Si Dios cuida de manera tan maravillosa a las flores silvestres que hoy están y mañana se echan al fuego, tengan por seguro que cuidará de ustedes. ¿Por qué tienen tan poca fe? Así que no se preocupen por todo eso diciendo: “¿Qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿qué ropa nos pondremos?”. Esas cosas dominan el pensamiento de los incrédulos, pero su Padre celestial ya conoce todas sus necesidades. Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten. (Mateo 6.25–33 NTV)

Analicemos un poco lo que dijo el Señor acá. Él nos dijo que si somos creyentes, no deberíamos preocuparnos ni por el alimento, ni por la vestimenta, porque esas cosas son las prioritarias de los inconversos. En otras palabras, nos está diciendo que lo material no aporta en nada para nuestras vidas espirituales, es decir, que todo el afán mundano no nos sirve en lo absoluto para el reino de los cielos. Además, todos esos afanes mundanos, Dios Padre, los tiene en cuenta y sabe que necesitamos de ello para poder vivir, pero no solo lo sabe, sino que si nosotros le creemos, Él nos los proveerá. Sin embargo, nosotros nos enfocamos únicamente en lo efímero, sin acordarnos de una de las mayores verdades de esta vida:


Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. (1 Timoteo 6.7 LBLA)

Cuando miramos las cosas como Dios quiere que las veamos, podemos decir que todo lo material de este mundo carece de importancia, porque afanarse en ello no es más que correr en una rueda de hámster, la cual solo nos causa fatiga, pero no nos conduce a ninguna parte. De ahí que el Señor Jesús nos dijera:


No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y donde los ladrones minan y hurtan. Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. Pues donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. (Mateo 6.19–21 RVC)

Este ha sido el llamado de Dios a los hombres desde antaño, pues lo que leeré a continuación es de hace aproximadamente 2700 años atrás. Escuche:


¿Por qué gastan su dinero en lo que no alimenta, y su sueldo en lo que no les sacia? Escúchenme bien, y coman lo que es bueno; deléitense con la mejor comida. Inclinen su oído, y vengan a mí; escuchen y vivirán. (Isaías 55.2–3 RVC)

Aunque, claro, existen un sin fin de excusas y peros que ponemos los creyentes para no obedecer esto que nos dijo el Señor. Es que a lo que nosotros debemos aspirar no tiene nada que ver con lo que aspira el mundo, es más, nos deberíamos conformar únicamente con esto; escuche:


Así que, si tenemos sustento y abrigo, contentémonos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la trampa de la tentación, y en muchas codicias necias y nocivas, que hunden a los hombres en la destrucción y la perdición. (1 Timoteo 6.8–9 RVC)

Y como decía recién, las excusas son incontables, pues desde, por ejemplo, decir que el sermón del monte es más bien una especie de consejo, más que una regla de vida, pasando por decir que el mensaje era exclusivo para los judíos y terminando con frases como: “que eso era para otros tiempos”. Es que claro, muchos cristianos tienen puestos sus corazones en las posesiones materiales y en lo que este mundo les puede ofrecer. Este tipo de cristianos son como el joven rico, quien quería heredar el reino de los cielos, pero no estaba dispuesto a dejar sus bienes materiales y claro, no podía servir a dos señores, es decir, que no podía servir a Dios y a las riquezas, tal como dijo el Señor Jesús en Mateo 6.24. Porque pensar de esta manera, es desconocer los mandatos del Señor y las promesas que Él hizo estando en la tierra. Escuche:


Entonces Pedro le dijo: Nosotros hemos dejado todo para seguirte. ¿Qué recibiremos a cambio? Jesús contestó: Les aseguro que, cuando el mundo se renueve y el Hijo del Hombre se siente sobre su trono glorioso, ustedes, que han sido mis seguidores, también se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que haya dejado casas o hermanos o hermanas o padre o madre o hijos o bienes por mi causa recibirá cien veces más a cambio y heredará la vida eterna. (Mateo 19.27–29 NTV)

Mis hermanos, todas esas energías que en general ponemos para conseguir las cosas materiales efímeras de este mundo, son tan mal gastadas, porque debemos tener en mente que aunque vivamos hasta el fin de los tiempos, esta tierra tiene sus días contados, pues será destruida por el fuego, tal como nos dice el apóstol Pedro en su segunda carta:


Pero los cielos y la tierra actuales están reservados por su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos. Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. (2 Pedro 3.7 y 10 LBLA).

Claro, yo entiendo que también hay muchos que son padres y sienten el peso y la responsabilidad de proveer para el sustento de su familia. Pero las palabras que dijo el Señor en el sermón del monte no eran exclusivas para los jóvenes solteros sin hijos, sino que nos las dijo para todos nosotros. Volveré a leer algunos versículos que leí antes. Dice así la Palabra de Dios:


Así que no se preocupen por todo eso diciendo: “¿Qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿qué ropa nos pondremos?”. Esas cosas dominan el pensamiento de los incrédulos, pero su Padre celestial ya conoce todas sus necesidades. Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten. (Mateo 6.31–33 NTV)

Al final del versículo 30 de este capítulo de Mateo, el Señor nos hace la pregunta de: ¿Por qué tienen tan poca fe? Ese es nuestro mayor problema, que no tenemos fe en Dios y, por tanto, no creemos en sus promesas, lo cual nos lleva a imitar a este mundo al tratar de conseguir por nosotros mismos las cosas que Dios nos dijo que nos daría; y en vez de hacer lo que nos dice, ocupamos nuestras fuerzas en esto otro, en vez de usarlas para trabajar en las buenas obras preparadas por el Padre, que tal como nos dice Pablo: las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.


Esta falta de fe, radica mayormente en el poco conocimiento que tenemos de Dios. Aunque ojo, varias veces he dicho en los episodios del podcast que conocer a Dios no es sinónimo de tener conocimiento de la Palabra de Dios o de haber estudiado teología. Este conocer a Dios, se va desarrollando a medida que caminamos a su lado, en la medida en la que pasamos tiempo con Él; ya que de esa forma es como aprendemos a confiar más en Dios, pues Él se va revelando a sí mismo y nosotros comenzamos a creer en sus promesas cada vez más; porque podemos ir experimentando de primera fuente su amor, su misericordia y su poder en nuestras vidas.


Esto es igual que cuando conocemos a alguien, mientras más tiempo pasamos con esa persona, esto es, mientras más hablamos con ella y más tiempo compartimos con ese alguien, más podremos ir conociéndola. Es que, hermanos, Dios es una persona, bueno, tres personas personas en una. Pero lo que quiero decir, es que conocerlo a Él no es diferente a conocer a una persona. Como dije recién, para conocer a una persona hay que pasar tiempo con ese alguien, esto implica compartir y conversar con aquella persona, ya que de otra forma será imposible que la lleguemos a conocer. Entonces, si no pasamos tiempo conociendo a Dios, jamás podremos llegar a conocerle y sobre todo, a creerle. Y, es más, el Señor Jesús nos dijo que conocer a Dios es sinónimo de la vida eterna. Escuche:


Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. (Juan 17.3–4 RVR60)

Ahora, ¿por qué dije al principio que el modelo que el Señor vino a instaurar a la tierra no fue el que conocemos ahora como cristianismo? Porque si miramos a la cristiandad, claramente, los creyentes hoy en día no estamos dispuestos a dejar nuestra comodidad, nuestras profesiones, nuestro status social, nuestro dinero, nuestros logros, nuestras cosas materiales, llámense casas, automóviles, computadoras, celulares, etc. No obstante, desde que el Señor estuvo en la tierra, nos llama a salir de este mundo, me refiero al sistema mundano, no a aislarnos en comunidades apartadas de todos como lo hacen los amish o los menonitas y así como en su tiempo lo hicieron los monjes católicos que vivían en monasterios apartados del mundo. No, el llamado del Señor, es como aquel llamado que hacía Dios en antaño a su pueblo Israel cuando les decía:


Salid de en medio de ella, pueblo mío, y salve cada uno su vida del ardor de la ira del Señor. (Jeremías 51.45 LBLA)

Y que es el mismo llamado que encontramos en Apocalipsis:


Y oí otra voz del cielo que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no participéis de sus pecados y para que no recibáis de sus plagas; porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades. (Apocalipsis 18.4–5 LBLA)

Es que lo que vemos en la iglesia primitiva no es el modelo que vemos hoy en la iglesia actual. Dice así la Palabra de Dios:


Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno. Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos. (Hechos 2.44–47 LBLA)

Y como dije hace un rato, como creyentes ponemos un sin fin de excusas para no imitar el modelo que el Señor nos vino a enseñar con su propio ejemplo. Es que, he oído a creyentes decir que imitar a los hermanos del primer siglo es extremista y radical. Y que hacer tal cosa es entender mal las escrituras, debido al contexto socio cultural de la época, ya que dicen que los creyentes de ese tiempo esperaban el regreso del Señor en aquellos días y por eso vivían de esa manera. Sin embargo, con una mano en el corazón, mis hermanos, qué entienden ustedes cuando leen este mandato que el Señor Jesús nos dijo:


Vended vuestras posesiones y dad limosnas; haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota, donde no se acerca ningún ladrón ni la polilla destruye. Porque donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. (Lucas 12.33–34 LBLA)

Vemos que la iglesia del primer siglo obedecía este mandato del Señor, digo mandato, porque todos los verbos en este versículo están en modo imperativo, que es como en nuestro idioma español se formulan los mandamientos.


Entonces, ¿estamos siguiendo este mandamiento del Señor o no? Probablemente pensará que esto es descabellado, que soy muy literal para interpretar las escrituras, que estoy loco, etc. Pero como dije hace un rato atrás, el problema para obedecer estas palabras del Señor es nuestra falta de fe y el apego malsano que tenemos por lo material de este mundo. Porque tal como dice el Señor, donde está nuestro tesoro, ahí está nuestro corazón (Mateo 6.21), es decir, que si nuestro tesoro no está en los cielos, claramente estará en la tierra, apegado a lo material. Por eso el llamado de Dios, a través del apóstol Pablo, en la epístola a los Romanos cuando dijo:


Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto. (Romanos 12.2 RVC)

Esta adopción de las costumbres mundanas va más allá de la vestimenta, la música, los bailes, etc. sino que implica incluso la manera en cómo vivimos, tal como hemos visto.


Ahora, hago una observación, porque este no es un llamado a dejarlo todo para quedarnos ociosos, como hicieron algunos en la iglesia de Tesalónica. Escuche:


Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan. (2 Tesalonicenses 3.10–13 RVR60)

No, el llamado que yo estoy repitiendo es a vivir por fe, porque es el llamado que hizo el Señor Jesús cuando estuvo aquí en la tierra. El cual es, por así decirlo, a dejar las redes y salir a pescar hombres; es decir, servir al Señor a tiempo completo y trabajar para ganar almas y para la edificación del cuerpo de Cristo, que es su iglesia. En otras palabras, este es un llamado a hacer tesoros en los cielos, unos que nadie podrá quitarnos.


Mis amados hermanos, quiero terminar con esto; la situación actual del mundo empeorará cada día más, sobre todo este próximo año. Así que, les insto a que obedezcamos este llamado del Señor Jesús, a dejarlo todo por Él, a vivir por fe y a depender enteramente de Él, pues es lo que Dios desea, que seamos como niños pequeñitos que dependan enteramente de Él para todo; porque ya sea que lo queramos o no, esta manera de vivir vendrá sobre todos los creyentes.


Que el Señor les bendiga.



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