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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Episodio #59: El mal ejemplo de Israel (primera parte)



 

Nota: Esta es la transcripción de un episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio del podcast hacer click aquí.

 

¡Sean todos muy bienvenidos a un nuevo episodio más de su podcast, Edificados en Cristo! Mi nombre es Alexis. Y el día de hoy, les traigo un episodio titulado: El mal ejemplo de Israel (primera parte). Pero antes, demos paso a la intro y los veo enseguida.


Gran parte de las escrituras fue escrita para dejarnos ejemplo de lo que debemos y no debemos hacer; asimismo, estos ejemplos también nos sirven para vernos reflejados en nuestros propios errores, pecados y desobediencias a Dios. Particularmente, en el Antiguo Testamento, el gran ejemplo fue el pueblo de Israel. Y el apóstol Pablo, nos dice en su primera carta a los corintios acerca de que como creyentes no debemos imitarlos. Dice así la palabra de Dios:


Estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, a fin de que no codiciemos lo malo, como ellos lo codiciaron. No seáis, pues, idólatras, como fueron algunos de ellos, según está escrito: El pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y en un día cayeron veintitrés mil. Ni provoquemos al Señor, como algunos de ellos le provocaron, y fueron destruidos por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y fueron destruidos por el destructor. Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos. Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga. (1 Corintios 10.6–12 LBLA)

En esta primera parte, vamos a hablar acerca de la idolatría. El apóstol Pablo nos comienza a hablar acerca de lo que pasó cuando el pueblo de Israel hizo el becerro de oro; relato que encontramos en el libro del Éxodo capítulo 32. Es interesante mencionar que unos capítulos antes nos encontramos que cuando Dios descendió al monte Horeb y le habló a todo el campamento de Israel, ellos le dijeron a Moisés lo siguiente:


Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis. (Éxodo 20.19–20 RVR60)

Luego de esto, Moisés subió al monte para hablar con Dios, pero como se tardaba (según los israelitas), le dijeron a Aarón que les hiciera dioses que fueran delante de ellos para adorarlos (Éxodo 32.1); Aarón hizo que el pueblo les diera los aretes de oro que tenían ellos en sus orejas (Éxodo 32.2), los cuales fundió y esculpió un becerro de oro.


Ahora, cabe mencionar que Pablo le dice a los corintios que: El pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó a jugar. Esta palabra “jugar” en el original griego es paízō y describe la manera en la que juegan los niños. Aunque en el contexto del pasaje, significa jugar cantando, saltando y bailando en relación con la adoración. Por consiguiente, podríamos decir que el pueblo se comportó como un montón de niños necios que jugaban a desobedecer a Dios. Digo necios, porque conforme a las escrituras, esta es la característica de los niños y de los jóvenes. Escuche:


El corazón del muchacho está lleno de necedad, pero la disciplina física la alejará de él. (Proverbios 22.15 NTV)

De ahí el llamado del apóstol Pablo a los corintios cuando les dice:


Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. (1 Corintios 14.20 RVR60)

Entonces, volviendo al tema de la idolatría, comencemos por lo más básico, esto es, con la definición de la idolatría. El nuevo diccionario bíblico de Lockward dice que idolatría es el: Acto de adoración a un objeto o sujeto que sustituye a Dios.


En el Antiguo Testamento, vemos que el mandato de Dios al pueblo de Israel era bastante detallado en cuanto a la idolatría; dice así la Palabra de Dios:


No sea que os corrompáis y hagáis para vosotros una imagen tallada semejante a cualquier figura: semejanza de varón o hembra, semejanza de cualquier animal que está en la tierra, semejanza de cualquier ave que vuela en el cielo, semejanza de cualquier animal que se arrastra sobre la tierra, semejanza de cualquier pez que hay en las aguas debajo de la tierra. No sea que levantes los ojos al cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército del cielo, y seas impulsado a adorarlos y servirlos, cosas que el Señor tu Dios ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos. (Deuteronomio 4.16–19 LBLA)

Podemos ver que según el mandato de Dios no se debía hacer imagen de ninguna cosa creada, ni tampoco adorar a la naturaleza; que como bien leemos en Romanos 1.20, Dios nos dice que es a través de la creación que podemos entender que hay un ser superior que hizo todas aquellas cosas, el cual es Dios; por lo tanto, no debemos adorar la expresión tangible del Creador, sino al Creador mismo.


Bueno, el mandato de Dios en este aspecto no solo abarcaba a las imágenes, sino que además va más allá, pues dice en Levítico:


No pongas tu confianza en ídolos ni te hagas imágenes de dioses hechos de metal. (Levítico 19.4 NTV)

Y también dice:


No os haréis ídolos, ni os levantaréis imagen tallada ni pilares sagrados, ni pondréis en vuestra tierra piedra grabada para inclinaros ante ella. Porque yo soy el Señor vuestro Dios. (Levítico 26.1 LBLA)

Podemos decir entonces, que los ídolos se hacían de madera (Dt. 29.17), de metal (Sal. 115.4), de piedra (Nm. 33.52) o eran pintados en las paredes (Ez. 8.10). Pero la razón principal de la prohibición de Dios en cuanto a la idolatría, la encontramos en el libro de Éxodo donde dice:


No te inclines ante ellos ni les rindas culto, porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, quien no tolerará que entregues tu corazón a otros dioses. (Éxodo 20.5 NTV)

En otras palabras, Dios no tolera que se le dé el lugar que solo le pertenece a Él a cualquier otra cosa, porque no existe ningún otro como Él. Escuche:


Yo soy el Señor, y no hay ningún otro; fuera de mí no hay Dios. (Isaías 45.5 LBLA)

Ahora, en el Nuevo Testamento este concepto se extendió aún más. Si bien podemos ver en el discurso de Pablo a los atenienses en Hechos 17.23–25 que se mantuvo la oposición de Dios a la idolatría. Y que el apóstol Pedro nos deja en claro que la idolatría es una abominación (1 Pedro 4.3), de la cual los creyentes debían huir, según leemos en 1 Corintios 10.14 y en 1 Juan 5.21. No obstante, el concepto de idolatría se amplió hacia todo aquello que ocupa el lugar que únicamente le pertenece a Dios y cuyo origen está en la codicia, según nos habla el apóstol Pablo en la carta a los colosenses. Si bien, ya hablé ampliamente acerca de esto en el episodio 15 del podcast titulado: La soberanía de Dios. En esta oportunidad solo haré un pequeño resumen del tema.


Pablo le dice a los Colosenses:


Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría. (Colosenses 3.5 RVR60)

Pablo en este versículo, nos explica cuál es el origen de nuestros pecados, aunque, como dije, no voy a ahondar en la explicación de este versículo. Pero en lo que sí me quiero detener es en la última parte del versículo.


La palabra traducida como avaricia en nuestras Biblias, en el original griego es pleonexía, la cual significa codicia; ya que deriva de la palabra pleíōn que significa más y échō que significa tener. En otras palabras, la codicia es el deseo de tener más de lo que ya se posee. Los griegos definían la codicia como un deseo insaciable y decían que satisfacer el corazón humano era como tratar de llenar un cuenco que no tiene fondo.


Esta codicia de la que nos habla el apóstol es el motivo básico para todos los pecados. En otras palabras, la codicia es el deseo por tener algo que no tenemos derecho de poseer. Es que en este versículo el apóstol Pablo nos está diciendo que todo pecado es gatillado por la codicia. Y según podemos ver, la razón por la cual cometemos pecados es porque hemos decidido que haremos lo que no tenemos derecho a hacer, tomaremos lo que no tenemos derecho a tomar y desearemos lo que no tenemos derecho a desear. Un buen ejemplo de esto es lo que el Señor Jesús dijo:


Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. (Mateo 5.28 RVR60)

Entonces, para seguir con el análisis de lo dicho por Pablo a los colosenses, él les dijo que la codicia es idolatría. Y¿qué definición di de idolatría? Dije que es: El acto de la adoración a un objeto o sujeto que sustituye a Dios. Ahora, ¿cuál es el primer mandamiento en Éxodo capítulo 20? No tendrás dioses ajenos delante de mí. Es decir, la idolatría.


Por esta razón se puede decir que la idolatría es la base de cada pecado, porque lo que hacemos es que sustituimos a Dios, pues le dejamos de adorar y decidimos adorarnos a nosotros mismos para ir en pos de nuestros propios deseos carnales egoístas. Es como si le dijéramos a Dios: “No me someteré más a ti, ni a tu soberanía, yo voy a hacer lo que quiera y no me importa lo que tú digas o demandes; haré lo que a mí se me antoja hacer”.


Algo interesante de destacar es que si bien la codicia es el último de los 10 mandamientos que encontramos en Éxodo capítulo 20; no obstante, por definición, es la violación del primero de los mandamientos, el cual es la idolatría.


Como ya hemos visto, el concepto del Nuevo Testamento no se limita solo a la adoración de imágenes o de la naturaleza, sino a cualquier cosa que le pudiera quitar el lugar que solo le pertenece a Dios. Por lo tanto, podemos decir que la idolatría puede ir desde uno mismo y sus propios deseos carnales, pasando por la familia, el trabajo y los bienes materiales. Básicamente, cualquier persona o cosa puede transformarse en un ídolo, si es que ocupa el lugar que únicamente le pertenece a Dios. Y en el pasaje de 1 Corintios que leí al principio, el apóstol nos advierte que no sigamos el ejemplo de Israel. Es que como seres humanos somos increíbles, porque como mencionaba al principio, el pueblo de Israel le dijo a Moisés:


Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. (Éxodo 20.19 RVR60)

Y como Moisés “se tardaba”, le dijeron a Aarón que les hiciera dioses que fueran delante de ellos para adorarlos. ¿Acaso no somos nosotros iguales a ellos? Por ejemplo, cuando según nosotros mismos, Dios “se demora”, ¿acaso no nos ponemos a buscar nuestros propios dioses que nos solucionen el o los problemas que tenemos entre manos?


Mis hermanos, la idolatría se nos da natural, porque fuimos creados para adorar, pero para adorar únicamente a Dios; pues bien dice Él en Isaías:


Yo los he creado para que me adoren y me canten alabanzas. (Isaías 43.7 TLA)

Sin embargo, luego de la caída de nuestros primeros padres en Edén, en vez de adorar a Dios, nos pusimos a adorarnos a nosotros mismos y a todo lo que no es Dios. Escuche:


Porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén. (Romanos 1.25 LBLA)

Como ya vimos, la codicia o avaricia, es decir, el poner el corazón indebidamente en las cosas terrenales en lugar de ponerlo en Dios, se considera idolatría.


Ahora, en cuanto a la idolatría en nuestros días, existe un mal que es prácticamente un cáncer incurable en el mundo y que muy lamentablemente está presente en muchas denominaciones y en el corazón de muchísimos cristianos. Con respecto a esto el Señor Jesús nos dijo:


Nadie puede servir a dos amos. Pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero. (Mateo 6.24 NTV)

En este versículo, el Señor nos habla de una imposibilidad, nadie puede servir a dos señores con intereses contrapuestos; porque uno de los dos será el elegido para ser amado, mientras que el otro será el aborrecido; ya que es imposible agradar a quienes están en esferas, no solo diferentes, sino contrapuestas. Es que tratar de servir a ambos intereses a la vez es como tratar de tener dos corazones, lo cual es imposible.


El Señor no solo nos habla de amar, sino además de servir a modo de esclavo, ya que la palabra que usa, en el original griego es δουλεύειν (douleuō), que significa servir u obedecer. Esto dicho con el sentido de trabajar para ser un esclavo de. Y tenemos que recordar que en aquellos tiempos a los esclavos se les consideraba como objetos sin voluntad alguna y no como personas.


Entonces, para continuar con lo dicho por el Señor Jesús; Él cerró la enseñanza con una afirmación que es, básicamente, un desafío personal para nosotros: No podéis servir a Dios y al dinero. En el original griego la palabra para dinero es mamōnas. Palabra usada en la versión Reina Valera de 1909, donde dice: no podéis servir a Dios y a Mammón. Mammón es el modo de expresar la riqueza idolatrada por el ser humano. En otras palabras, este era un título que se usaba para personificar a la riqueza temporal de este mundo.


Quizás alguien se pregunte ¿y qué tiene de malo tener dinero? Básicamente nada, porque el dinero no es malo en sí, lo malo es amarlo, pues es la raíz de todos los males según leemos en 1 Timoteo 6.10. Y al amarlo, el ser humano pone su confianza y seguridad en los bienes materiales, como si estos, de alguna forma, nos fueran a proteger a través del tiempo o de las dificultades que se nos puedan presentar. Pero la palabra de Dios nos dice:


No te desgastes tratando de hacerte rico. Sé lo suficientemente sabio para saber cuándo detenerte. Las riquezas desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, porque les saldrán alas y se irán volando como las águilas. (Proverbios 23.4–5 NTV)

Acá vemos que poner el corazón en las riquezas es un esfuerzo inútil, es más, la sabiduría no está allí, pues bien dicen las escrituras:


Recibid mi instrucción y no la plata, y conocimiento antes que el oro escogido; porque mejor es la sabiduría que las joyas, y todas las cosas deseables no pueden compararse con ella. (Proverbios 8.10–11 LBLA)

Y en este mismo libro de Proverbios encontramos que el principio de la sabiduría es el temor de Dios (Proverbios 1.7), pero ¿qué es el temor de Dios?


El temor del Señor es aborrecer el mal. (Proverbios 8.13 LBLA)

Ahora, volviendo al hilo central; servir y adorar a Dios exige una absoluta renuncia a cualquier otra cosa, cualquiera sea su valor, esto incluye hasta nuestra propia vida. De ahí que el Señor Jesús dijo:


Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14.26, 33 LBLA)

Es que en la exigencia divina, solo Él puede reinar en el corazón del creyente. Y bajo los estándares de Dios, en el corazón del creyente regenerado, solo hay espacio para Dios y para nada, ni nadie más. Es que, Dios no se conforma con una parte del corazón de los suyos, sino que Él exige la totalidad del mismo, pues es Dios celoso (Éxodo 34.14), asimismo, demanda nuestra la completa rendición de cada aspecto de nuestras vidas como creyentes. Por eso es que el Señor Jesús nos dice:


El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. (Mateo 10.37–38 LBLA)

El seguimiento a Cristo exige la absoluta y completa renuncia personal, ya que todo nuestro ser debe ser puesto en el mismo lugar donde Él clavó el pecado, es decir, en la cruz, para que de esta forma muera definitivamente y podamos así servirle sin obstáculos. De ahí el mandato de tomar la cruz para poder seguirle. Y es por eso el apóstol Pablo dijo:


Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. (Romanos 12.1 NTV)

Mis hermanos, la pregunta más importante que debemos hacernos en cuanto a este tema de la idolatría es: ¿A quién sirvo? ¿Quién tiene la preeminencia en mi vida? Esta pregunta tiene solo dos respuestas: A Dios o algo o alguien más.


Ahora, antes de terminar, es interesante mencionar que a los ojos de Dios la glotonería es una forma de idolatría también. Escuche:


Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. (Filipenses 3.18–19 RVR60)

¿Es usted uno de esos creyentes que son gobernados por sus vientres? No piense que solo me refiero a los cristianos con sobrepeso u obesidad, porque también existen muchos cristianos delgados que comen más que cualquiera que sea obeso y viven pendientes de satisfacer a sus vientres. Sí, mis hermanos, también en esto está el peligro de ser idólatras.


Es que hoy en día, en el mundo entero -y lamentablemente también entre los creyentes-, hay un culto casi irracional a satisfacer todos nuestros apetitos, sin importar de qué clase sean. Porque al igual que con la glotonería, lo mismo pasa con cualquier otro deseo carnal, especialmente los de índole sexual. Ya que muy tristemente, existe un sinnúmero de cristianos que, ya sea, o son adictos a la pornografía o tienen relaciones extramaritales e incluso están los que tienen relaciones amorosas y sexuales con personas de su mismo sexo. Todas estas cosas, mis hermanos, constituyen formas de idolatría. Así como los videojuegos, tan populares en estos días, gracias a los celulares. Todo lo que ocupe el lugar que solo merece ocupar Dios en nuestras vidas y corazones, es idolatría delante de sus ojos.


Mis hermanos, ya para terminar, cada uno de nosotros como creyentes debería tomar la misma posición como la de Josué ocupó al final de su servicio a Dios. Escuche:


Pero si te niegas a servir al Señor, elige hoy mismo a quién servirás. ¿Acaso optarás por los dioses que tus antepasados sirvieron del otro lado del Éufrates? ¿O preferirás a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ahora vives? Pero en cuanto a mí y a mi familia, nosotros serviremos al Señor. (Josué 24.15 NTV)

Que el Señor les bendiga.


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