Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre. (Salmos 86:11)
¿Qué debo escoger? ¿Qué decisión debo tomar? Cada día tenemos que tomar muchas decisiones. A veces es difícil, ante todo cuando estas decisiones pueden graves consecuencias.
¿Cómo hacer para decidir correctamente? Nuestra experiencia nos vuelve prudentes, y los consejos de personas sagaces a veces son útiles. Pero de cualquier manera que uno lo haga, siempre hay algo de incertidumbre. Entonces, ¿qué hacer? Solo hay una respuesta: Pedirle a Dios que nos muestre cuál es la dirección correcta. A tal oración Él contesta con infinita sabiduría y por los medios que juzga oportunos. El salmista decía:
Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día. (Salmos 25:4–5)
Qué sabia oración: «Enséñame tus caminos». No dice: «Mi camino», sino tus caminos, los de Dios. Pero, con una mano en el corazón, contestemos lo siguiente: ¿verdaderamente deseo seguir lo que le agrada a Dios? El Señor Jesús nos marcó el camino hecho de justicia, humildad, amor, bondad y verdad. Si conocemos al Señor, entonces, nuestras vidas han de ser un reflejo de su vida. Y al andar en sus caminos, nos será mucho más fácil escoger.
Cuando no estamos caminando por sus sendas, si nuestros pies han tropezado por andar en nuestros propios caminos, Él nos dice: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (Proverbios 3:5–6). Pero lo más hermoso de todo, es que si nos hemos equivocado y luego reconocemos nuestros errores, Él nos perdona y nos levanta.
Por eso es tan sabio pedir que nos enseñe sus caminos, porque ellos nos conducen lejos del mal, de la mentira, del pecado, y nos dirige a una senda de rectitud, de oración, de amor y de confianza.