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El rocío de la mañana



Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma. (Salmos 143.8 RVR60)


«Las ovejas pueden permanecer prácticamente sin beber durante meses, siempre y cuando haya abundante rocío matinal que cubra el pasto en las mañanas. Las horas matinales son propicias para la presencia de rocío sobre el pasto, y las ovejas pueden contentarse con la cantidad de agua retenida en el pasto, si pastan justo antes o justo después del alba».


Estas palabras provienen de un pastor de ovejas que cuidaba rebaños en regiones áridas. A diferencia de las ovejas y otros animales, para el ser humano, el agua es un elemento vital que no puede faltar. Por ejemplo, podemos estar un mes sin comer sin morirnos, pero no podemos pasar más de tres días sin agua y sin que nuestra vida corra un grave peligro.


Así como el agua es importante para mantenernos con vida, existe otra agua, una espiritual y que es vital para tener vida. El Señor Jesús, una vez hablando con una mujer junto a un pozo, le dijo: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna» (Juan 4.13–14 RVR60).


Ir a Jesús, es creer lo que Él nos dice de sí mismo y lo que dice de nosotros en su Palabra. Para poder hacer esto último, es necesario que la leamos. Por ejemplo, un cristiano debe leerla a diario para poder mantener una «buena salud» espiritual. Y el mejor momento para leerla es, sin duda, al principio del día, tal como las ovejas del principio. ¿Por qué? Se preguntará alguien, pues porque en las primeras horas del día es cuando hay más tranquilidad, no hay mensajes de texto, mails, llamados telefónicos, etc. Además, la mente está descansada, aún no ha sido acosada por las preocupaciones cotidianas. Por eso leer la Biblia en las mañanas, es el mejor refrigerio que el alma podría desear. En Isaías dice:


Jehová el Señor […] despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios. (Isaías 50.4)


Así que, sepamos reservar esos momentos para degustar aquel rocío espiritual antes de que se evapore con los primeros rayos del sol, porque ese frescor desaparece tan pronto como los deberes cotidianos toman lugar. Confiar a Dios el día que empieza, recibir de Él una palabra, será nuestro «rocío de la mañana».

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