El costo supremo y nuestro llamado
- hace 3 días
- 1 Min. de lectura

Versión en video: https://youtu.be/XQiOuM471M8
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 Corintios 6:20)
Cuando pensamos en el precio de nuestra salvación, es fácil pasar por alto la magnitud del sacrificio que implicó. El Señor Jesús, perfecto, santo, sin mancha ni pecado, dejó su gloria eterna para humillarse, tomar forma de siervo, y sufrir el oprobio de una cruz reservada para criminales. No solo soportó el dolor físico, sino que cargó con la culpa de toda la humanidad, fue abandonado, escupido, burlado, y finalmente herido por nuestras rebeliones.
¿Y todo esto por qué? Porque nos amó. Porque obedeció al Padre hasta el final, hasta la muerte y muerte de cruz. Ese fue el precio que el Señor Jesús pagó. Un precio infinito, incalculable, incomprensible.
Y ahora, al mirar ese sacrificio, Él no nos pide menos que nuestra vida entera. Cristo dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23). No se nos pide pagar la salvación, porque es por gracia. Pero sí se nos llama a caminar en obediencia, a rendir cada área de nuestra vida, a vivir para Él y no para nosotros mismos. El costo del discipulado puede implicar perder amigos, familia, comodidad, sueños personales, etc. pero nunca será comparable al costo que el Señor Jesús pagó para salvarnos.
¿Lo vale? Sí, lo vale. Una y mil veces, lo vale. Porque en rendirnos al Señor Jesús no perdemos nada que realmente importe y ganamos todo lo que tiene valor eterno.
Comments