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Dios está en control

  • 9 abr
  • 2 Min. de lectura


Versión en video: https://youtu.be/8Qjam18g0Ts


¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? (Lamentaciones 3:37–38)


Una de las ideas más peligrosas —y comunes— que puede habitar en el corazón humano es pensar que el mal está fuera del control de Dios. A veces, cuando enfrentamos dolor, pérdidas, injusticias o circunstancias difíciles, nos inclinamos a ver el mal como una fuerza independiente que opera fuera del alcance divino. Como si Dios solo gobernara lo “bueno” y lo “malo” estuviera fuera de su jurisdicción. Pero este pasaje de Lamentaciones nos confronta directamente: nada sucede sin que Dios lo permita.


En un contexto de sufrimiento y destrucción —el lamento tras la caída de Jerusalén— el profeta Jeremías no niega el dolor ni las consecuencias del pecado, pero afirma con claridad: Dios sigue teniendo el control absoluto. No hay palabra, suceso o circunstancia que escape a Su soberanía.


Esto no significa que Dios sea autor del pecado ni que disfrute del sufrimiento humano. Dios es santo y justo, y todo lo que hace es bueno. Pero también es soberano sobre lo malo, lo que implica que incluso el dolor y la calamidad están dentro de sus planes y son usados por Él con un propósito superior: A veces como corrección, otras como formación, otras como redención. Él sigue obrando, incluso cuando no lo entendemos.


Desmitificar la idea de un mal autónomo nos da descanso. No estamos a merced del caos ni de un universo sin dirección. Aunque no veamos el propósito, podemos confiar en que Dios es sabio, justo y bueno. Aun cuando no entendamos el “por qué” podemos afirmar con fe: Dios está en controlDios es .

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