Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. (Isaías 53:5)
Uno de los aspectos más maravillosos del evangelio es el poder anunciar que Cristo pagó completamente la deuda de nuestro pecado. La Biblia nos enseña que todos somos pecadores por naturaleza y que estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Sin embargo, Dios, en su gran amor, proveyó un Salvador en Jesucristo, quien llevó sobre sí el castigo que nosotros merecíamos.
La deuda que teníamos con Dios era impagable. No había nada que pudiéramos hacer para redimirnos. Y para peor, la justicia de Dios exigía un castigo, pero su amor proveyó la solución perfecta: Jesucristo. Él tomó nuestro lugar en la cruz y pagó por completo la deuda que el pecado había acumulado contra nosotros. Su Palabra es clara en decirnos que «Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados» (1 Pedro 2:24).
Cuando Cristo exclamó: «Consumado es» (Juan 19:30), declaró que la obra de redención estaba completa, pues no quedó nada pendiente, ya que Él pagó completamente el precio de nuestra liberación. Por tanto, no necesitamos agregar nada a lo que Él ya hizo, porque nuestro perdón es completo en Él. El apóstol Pablo les escribió a los colosenses, diciendo: «Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz» (Colosenses 2:14).
Cristo no solo pagó nuestra deuda, sino que también nos ha dado una nueva vida en Él (2 Corintios 5:17). Y ahora, somos libres del poder del pecado y de la condenación (Romanos 8:1)
Mis hermanos, gocémonos en que ya no existe deuda alguna en nuestra contra. Nuestro bendito Señor Jesús lo pagó todo. Es por sus méritos que no hay más culpa para nosotros. Es por su sacrificio que hoy podemos vivir en libertad del pecado, así que, demos gracias a nuestro Dios por su inmenso amor y a la paz mediante su sangre derramada en la cruz (Colosenses 1:20), porque ya todo está consumado.
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