Culpando a Dios por nuestros errores

Versión en video: https://youtu.be/tY6PnLFIKgA

La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón. (Proverbios 19:3)

Hoy es tan común culpar a otros por nuestros errores. El orgullo humano busca justificarse, y muchas veces, cuando las consecuencias de nuestras malas decisiones llegan, el corazón se rebela, incluso contra Dios. Este proverbio revela una verdad incómoda: el hombre arruina su vida con su propia necedad, y luego se enfurece con Dios, como si Él fuera el culpable.

La insensatez mencionada aquí no es simplemente falta de inteligencia, sino la ausencia de temor de Dios y de obediencia a su Palabra. Es la actitud de quien vive sin considerar a Dios en sus planes, quien toma decisiones guiado por sus deseos, por su carne, por su autosuficiencia. Pero cuando el camino se tuerce, cuando los planes fracasan, cuando viene el dolor, en lugar de arrepentirse y volverse a Dios, se queja contra Él.

Esta actitud está muy lejos de la humildad que Dios desea. El corazón sabio reconoce su pecado, confiesa su error y se vuelve al Señor en busca de corrección y restauración. Pero el necio se ofende con Dios, endurece su corazón y sigue su camino con amargura.

Este versículo nos llama a examinar nuestra vida con sinceridad. ¿Estamos caminando según nuestra voluntad, y culpando a Dios cuando las cosas no resultan como queríamos? ¿Estamos justificando nuestras decisiones, cuando deberíamos estar reconociendo nuestro pecado? El Señor no tiene la culpa de nuestra necedad. Él nos ha dejado su Palabra, su Espíritu y su dirección. Pero si no escuchamos, si ignoramos sus caminos, no podemos luego acusarlo por las consecuencias.

Aun así, este versículo también deja entrever la paciencia de Dios. Aunque el corazón del hombre se irrite contra Él, el Señor sigue llamando al arrepentimiento. Su gracia está disponible, si tan solo dejamos de justificar nuestra insensatez y venimos a Él con humildad.