¿Cristianos de domingo?
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Versión en video: https://youtu.be/tT66fpR8lUs
Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado. (Isaías 29:13)
Vivimos en una época donde asistir a la iglesia el domingo se ha convertido, para muchos, en una rutina más dentro del calendario semanal. Es un hábito, una costumbre, una tradición familiar, pero no una expresión auténtica de una vida rendida al Señor Jesús.
El domingo, levantamos las manos, cantamos alabanzas, decimos “amén” y saludamos con afecto a nuestros hermanos en la fe. Sin embargo, ¿qué sucede el lunes? ¿Dónde está nuestro testimonio el martes? ¿A quién obedecemos el miércoles por la tarde, cuando nadie nos ve? ¿Quién gobierna nuestro corazón el viernes por la noche?
El Señor no busca devotos por un día, sino discípulos todos los días. Él no se complace con labios que lo honran mientras el corazón vive para sí. El cristianismo verdadero es una entrega completa, una negación diaria del yo, una cruz que se toma en serio y no se guarda al final del culto.
El apóstol Pablo escribe en Romanos 12:1: “...que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Este culto no se limita a una reunión dominical, sino que abarca toda la vida. Cada decisión, cada palabra, cada reacción, cada pensamiento debe estar bajo el señorío de Cristo.
No hay tal cosa como un “día sagrado” para los que han sido hechos templos del Espíritu Santo. Toda la vida es sagrada cuando Cristo vive en nosotros. El problema no es asistir a la iglesia el domingo, sino reducir nuestra fe a ese único momento. Es vivir el resto del tiempo como si Dios no nos viera o no le importara.
El Señor Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23). No dice “el domingo”, sino cada día. Su llamado es radical, es constante, es total. No hay espacio para una vida partida entre lo santo y lo secular, entre el templo y el mundo, entre el yo y Cristo.
¿Estamos viviendo para el Señor Jesús solo el domingo, o todos los días de la semana?
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