Nota: Esta es la transcripción de un episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio del podcast hacer click aquí.
¡Sean todos muy bienvenidos a un nuevo episodio más en su podcast, Edificados en Cristo! Mi nombre es Alexis y el día de hoy les traigo un episodio titulado: Cómo ha cambiado la adoración en nuestros días. Pero antes, demos paso a la intro y los veo en seguida.
Dice la Palabra de Dios:
Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. (Hechos 17.28)
Los cristianos nos hemos ido alejando de las doctrinas bíblicas y, específicamente, de una vida cristocéntrica; hacia una vida y doctrinas más secularizadas, orientadas hacia al hombre o antropocéntricas; vidas que están más en sintonía con el mundo que con Dios. En este cambio, nos hemos ido olvidado de lo que es la verdadera adoración que el Padre espera de sus adoradores (Juan 4.24). Porque en estos días los creyentes estamos más concentrados en lo que Dios dice de nosotros o lo que la Palabra de Dios nos hace sentir, más que en buscar a Dios por lo que él es y dice de sí mismo, para de esta forma poder conocerle mejor y así adorarle por ello.
Esta “migración” de pensamiento la vemos reflejada muy claramente, por ejemplo, en la música cristiana de estos días. Esta música “cristiana”, ya no apunta a la adoración del Señor o de Dios en sí, sino que se ha orientado hacia el ser humano, a lo que sentimos y lo que nos produce cuando miramos las escrituras o en lo que Dios ha hecho por nosotros y cómo esto nos hace sentir, emocionalmente hablando. Por poner un ejemplo, los cristianos de antaño elevaban cánticos como este:
“¡Alabado sea el Señor, el Todopoderoso, el Rey de la creación! ¡Oh alma mía, alabadle, porque Él es tu salud y salvación! Todos los que oís, ahora a su templo acercaos; ¡Canta ahora con alegre adoración!”
Mientras que hoy, los cristianos cantan cosas como estas:
“Dices que soy amado, cuando no puedo sentir nada; dices que soy fuerte, cuando creo que soy débil; y dices que soy abrazado, cuando me estoy cayendo; y cuando no pertenezco, oh, tú dices que soy tuyo. Y te creo, oh, te creo lo que dices de mí; yo te creo.
Y qué tal este otro ejemplo:
“Supe que me amabas, lo entendi; y supe que buscabas más de mí. Que mucho tiempo me esperaste y no llegue. Supe que me amabas aunque huí, lejos de tu casa yo me fuí. Y con un beso y con amor, me regalaste tu perdón, estoy aquí".
¿Podríamos decir a ciencia cierta que los dos últimos ejemplos son canciones cristianas? Creo que no lo podríamos asegurar con mucha certeza, porque no es a Dios que están dirigidas o por lo menos, no lo parecen, ya que no le alaban, tampoco hablan de él, sino que hablan de ellos mismos y de sus sentimientos conforme a lo que Dios ha hecho por ellos. Mucha de la música cristiana de hoy en día ya no es un reflejo de lo que yo puedo expresar como gratitud a Dios, sino que más bien es un “lo tú hiciste por mí” y cómo eso me hace sentir. Además, muchas de estas canciones ya ni siquiera mencionan a Dios en sus letras. Esto está muy en concordancia con lo que nos dicen las escrituras:
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos. (2 Timoteo 3.1–2)
La Palabra de Dios nos advirtió que la primera y más destacable de las características del ser humano de los últimos días, sería el amor a sí mismo. Porque si miramos cómo se está comportando el mundo, veremos lo mismo, todo se basa en el sentimiento y no en la razón, por tanto, todos se preocupan únicamente de sí mismos. Hoy lo que dirige la vida de la gente del mundo es el sentimiento y no los hechos fundados sobre la verdad. Y esto mismo ha permeado en muchas vidas de creyentes, pues esta mentira satánica ha contaminado un gran número de iglesias cristianas.
En cuanto a lo que dije de la adoración, aclaro que no lo digo como un capricho o porque sea mi opinión personal, ya que si vamos a las escrituras y vemos como es la adoración celestial de los creyentes cuando estemos en el cielo, leemos lo siguiente:
Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (Apocalipsis 4.11).
Y también dice:
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación. (Apocalipsis 5.9)
Vemos que en el cielo toda la adoración está centrada únicamente en Cristo y en Dios, jamás en los redimidos. Todos los seres angélicos y los salvados vierten sus corazones en cánticos de adoración al Señor Jesús por lo que él hizo. Y algo muy interesante de mencionar, es que en el cielo se cantarán himnos y cánticos que fueron cantados aquí en la tierra. Escuche el siguiente ejemplo:
Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. (Apocalipsis 15.3)
Entonces ¿cómo puedo distinguir una buena canción cristiana de una mala? Sencillo, si esa canción le lleva a pensar en Dios, a adorarle por lo que él hizo y por quién es y si menciona su nombre dentro de la letra de la misma con el fin de adorarle, esa es una buena canción. Por el contrario, si una canción cristiana me lleva a pensar en mí mismo y estimula mis sentimientos, es decir, que solo me hace pensar en mí mismo y sentirme bien conmigo mismo, esa canción no es buena.
Ahora bien, un rasgo característico de un verdadero seguidor de Cristo, es que se deleita en saber más de su amado Salvador; cada día es un gozo abrir las escrituras para poder conocerle más y más; asimismo, pasar tiempo de rodillas alabando a aquel que le ha salvado de la condenación eterna y le ha adoptado como un hijo suyo es visto como un privilegio y no como una obligación forzosa. Este tipo de creyente, ya sea cuando leen su Biblia o cuando escuchan una predicación que ensalza a Jesucristo y su eterno sacrificio; responde en su corazón con fervoroso amor y gratitud por el Señor, lo cual lo lleva a adorarle aun más.
Pero ¿qué dicen las escrituras que Dios desea de nosotros en cuanto a la adoración? El Señor Jesús dijo:
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4.23–24)
Por así decirlo, la “materia prima” de la adoración es el conocimiento de Dios a través del Señor Jesús. Porque le adoramos por lo que Él es y por lo que ha hecho por nosotros, no por lo que nos hace sentir. Este es un conocimiento que se adquiere por medio del Espíritu Santo, ya que a través de él tenemos acceso a la mente de Cristo (1 Corintios 2.10-16) y es el Espíritu mismo quien toma lo que es del Señor y nos lo da a nosotros. Dice su Palabra:
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. (Juan 16.13–14)
En cada oración que elevamos al cielo debe estar presente la adoración a Dios, es más, debe ser lo primero que hacemos, pues así nos lo enseñó el Señor Jesús, cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar. Él comenzó diciendo:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. (Mateo 6.9)
Acá vemos que el Señor nos enseña que lo primero que debe salir de nuestros corazones y mentes al orar es la adoración a Dios Padre. Aunque, muy tristemente, muchos creyentes cuando oran no incluyen ni siquiera una sola palabra de adoración en su comunicación con Él. Sus oraciones son solo una lista de peticiones, como quien va un supermercado a buscar cosas que necesita y no se preocupa de quien le provee de dichas cosas.
Su Palabra nos enseña que Dios está atento a nuestras oraciones y pronto a responderlas (Salmos 34.15 y 17); sin embargo, Él desea escuchar primero la adoración de los suyos, porque es lo que demanda de nosotros. Es a través de estas palabras de alabanza y gratitud que demostramos reverencia a su persona y con las que reconocemos la grandeza de su gracia para con nosotros; porque bien dicen las escrituras:
Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. (Hebreos 13.15)
Por lo tanto, en ninguna oración nos debe faltar una expresión de adoración para con Dios. Y como mencionaba recién, la oración modelo dada por el Señor Jesús a los discípulos comienza con la adoración, mientras que las peticiones vienen después. Dice así:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. (Mateo 6.9–10)
Esto es así, debido a que las cosas celestiales tienen prioridad (Mateo 6.33). Y vemos que posteriormente viene el ruego por nuestras necesidades: “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6.11).
No obstante, la adoración que Dios merece no es únicamente cantando con nuestras voces u orando con nuestros corazones y mentes, sino que además, toda nuestra vida debe ser una de completa adoración a Dios, debe ser un sacrificio de adoración continuo que tenga una fragancia agradable en su presencia; tal como nos dice su Palabra:
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12.1).
Este culto racional del que nos habla Pablo, se hace posible únicamente a través de nuestro amado y bendito Salvador, porque dice su Palabra:
vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. (1 Pedro 2.5)
Porque mis hermanos, tenemos que entender que una de las razones por las cuales Dios el Padre nos escogió en Cristo desde antes de la fundación del mundo fue para la adoración de su Hijo. Dice así:
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado. (Efesios 1.4–6)
Más adelante, en esta misma epístola, el apóstol nos vuelve a repetir que nosotros somos llamados a ser alabanza de la gloria de Dios. Escuche:
En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. (Efesios 1.11–12)
Mis hermanos, en conclusión, aprendamos a adorar a nuestro Dios de la manera que Él nos manda que lo hagamos, no como a nosotros nos parece que deba hacerse. Así que, hagámonos el tiempo y el hábito de ir conociendo a fondo a nuestro Salvador Jesús cada día.
Les doy un consejo, un buen comienzo para aprender adoración en la Biblia, es explorando en los salmos, los cuales están llenos de adoración a Dios. Podemos hacer esto a fin de enriquecer nuestra adoración hacia Él y así aprender el lenguaje que a Dios le agrada que usemos. Siguiendo el mandato que nos dio el apóstol Pedro:
Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. (2 Pedro 3.18)
Que el Señor les bendiga.
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