Velad, pues, en todo tiempo, orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre. (Lucas 21:36)
El Señor llama la atención a los suyos para que estemos despiertos antes de su venida. Bien sabemos que nadie conoce el tiempo en que se producirá la segunda venida del Señor (Mateo 24:36). No obstante, las señales que dejó dichas y que precederán a ese acontecimiento, deben mantenernos aún más atentos. Ahora, este tiempo de velar no está limitado ni es puntual, sino continuo, es decir, en todo tiempo, tal como dice en el versículo del encabezado.
Mientras se vela, una ocupación que mantendrá despierto a los creyentes es la oración, así lo dijo el Señor: «Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo» (Marcos 13:33). Y es debido a las circunstancias adversas, a los conflictos que enfrentamos en el mundo, que necesitamos estar orando siempre, para así evitar caer en tentación (Mateo 26:41). La advertencia en su Palabra es clara: «Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios» (1 Tesalonicenses 5:4–6).
Mis hermanos son las personas sin Cristo las que permanecen dormidas en el seno del diablo, porque «sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno» (1 Juan 5:19). Por el contrario, los creyentes debemos mantenernos despiertos, atentos, velando, especialmente, ante las artimañas del diablo, tal como nos dice Dios por medio del apóstol Pedro: «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Pedro 5:8). Por lo tanto, en esta demanda de velar que nos hace Dios, va incluido no solo la creencia de que el Señor volverá de manera inesperada, sino que conlleva implícito el anhelo de que se produzca cuanto antes, y en especial, para no ser presa fácil del enemigo.
Así que, hermanos, no durmamos como los apóstoles en el huerto de Getsemaní, sino que velemos atentamente, esperando la venida de nuestro Señor y Salvador, Jesús.
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