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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Un anciano agradecido



Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos [énfasis añadido]. (Colosenses 3:15)


A veces los hogares de ancianos son sitios donde hay muchas dificultades. Estas no solo se deben a las enfermedades y debilidades comunes a las personas mayores. Muchos problemas son el resultado de los diferentes temperamentos y las costumbres de aquellos que deben vivir juntos. Esto dificulta y agrava el trabajo del personal de cuidado que los asiste. Pero Dios da a los suyos que tienen semejantes deberes y servicios, las fuerzas y el ánimo necesarios.


Así ocurría con una creyente que dirigía un hogar de ancianos. Entre sus huéspedes se hallaba un hombre singular llamado Guillermo. Cada noche, antes de acostarse a dormir, se ponía en pie en su habitación y decía con voz fuerte: —Guillermo, ¡qué buena vida tienes! A menudo, cuando las dificultades desanimaban a la directora, ella se colocaba delante de la cama de Guillermo, cuyos agradecimientos y alegrías expresados en alta voz le hacían bien y le renovaban el ánimo para seguir cumpliendo con su deber.


Tomemos como ejemplo por un momento al anciano Guillermo. ¿Qué pasaría si agradeciéramos a Dios por todos sus cuidados y por el bien que nos otorga diariamente? ¿No tendríamos también motivos para estar agradecidos aún con lo que parece ser malo? Eso sin mencionar que muy a menudo consideramos toda ayuda y el buen trato de parte de Dios y de quienes nos rodean como algo normal. Quisiera plantear una pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que agradecimos a Dios por todo lo que pasa en nuestra vida? ¿No andamos muchas veces de mal humor, angustiados o tristes por lo que estamos viviendo? Cuando medito en esto y pienso en la actitud de aquel señor llamado Guillermo, viene a mi mente el siguiente versículo:


Todos los días del afligido son difíciles; mas el de corazón contento tiene un banquete continuo. (Proverbios 15:15)

Tenemos que ser agradecidos con Dios y asimismo con los que nos rodean, pero especialmente durante el tiempo que pueda parecernos malo, porque recordemos que: «Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento… así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto» (1 Timoteo 6:6 y 8).


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