top of page

El Peligro de una lengua sin control

  • hace 22 horas
  • 2 Min. de lectura

Versión en video: https://youtu.be/asyjX9k6jBQ


Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! (Santiago 3:5)


La lengua, aunque pequeña, tiene un poder descomunal. Con ella bendecimos a Dios y también podemos herir profundamente a nuestros hermanos. Con una sola palabra podemos animar un alma abatida, pero también podemos destruir la reputación de alguien, sembrar discordia y provocar heridas que tarden años en sanar.


El apóstol Santiago, movido por el Espíritu, no escatimó palabras para advertirnos del peligro de una lengua sin control. Dice que es un fuego, un mundo de maldad, que contamina todo el cuerpo (Santiago 3:6). Tristemente, vivimos en una sociedad que estimula a decir todo lo que se nos viene a la mente, y nosotros, como creyentes, no podemos seguir esta tendencia.


Una lengua sin freno no es solo un problema de comunicación, es una señal de un corazón que no está rindiéndose a la autoridad de Cristo. Porque, como dijo el Señor Jesús, “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). No se trata solo de callar lo que pensamos, sino de permitir que el Señor transforme nuestros pensamientos, nuestras actitudes, y entonces, nuestras palabras.


Dios no nos llama simplemente a tener una lengua moderada, sino una lengua guiada por el Espíritu. Una lengua que edifica, que bendice, que exhorta con amor, que habla verdad y consuela. Pero para eso, es necesario poner todo nuestro ser bajo el señorío del Señor Jesús, comenzando por aquello que más rápido se nos desboca: la lengua.


Para ello, debemos orar diariamente como David, diciendo: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios” (Salmos 141:3), y agregando lo dicho en Salmos 19:14, donde dice: “Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Señor, roca mía y Redentor mío”.


Esto nos permitirá tener un corazón rendido a Dios que solo hable palabras sazonadas con sal, y que sean de edificación, a fin de dar gracia a los oyentes (Colosenses 4:5 y Efesios 4:29).

Comments


bottom of page