top of page

¿Por qué nos sorprende que Dios actúe como Dios?

  • hace 3 minutos
  • 2 Min. de lectura

Versión en video: https://youtu.be/gxAefSM0vpg


He aquí, yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí? (Jeremías 32:27)


A veces, los cristianos quedamos asombrados cuando Dios responde una oración de manera sobrenatural, cuando abre puertas que parecían cerradas para siempre o cuando transforma corazones que creíamos irremediablemente endurecidos. Nos impresiona ver a Dios actuar con poder, como si fuera extraño que el Dios Todopoderoso actúe con poder. Pero ¿no es acaso ese el carácter mismo de nuestro Dios?


Nos maravillamos, sí, y eso está bien. Sin embargo, muchas veces, más que adoración, nuestra sorpresa delata otra cosa: una fe debilitada que ha comenzado a ver a Dios a través del lente de nuestra humanidad. Lo hemos reducido a nuestras capacidades, a nuestras limitaciones, a nuestra lógica. Lo hemos hecho tan pequeño, que cuando Él actúa como el Dios que es —eterno, soberano, ilimitado—, no lo reconocemos, sino que además nos desconcierta.


Es como si olvidáramos que Dios no es como nosotros. Él no tiene que esforzarse para obrar un milagro, no necesita tiempo para planificar una solución, no tropieza con obstáculos ni depende de las circunstancias. Él habla, y las cosas suceden. Él determina, y nada ni nadie puede detenerlo.


La raíz de nuestra sorpresa está, muchas veces, en nuestro intento inconsciente de moldear a Dios a nuestra imagen, en lugar de dejarnos transformar a la suya. Pero Él no se limita por nuestra incredulidad. Sigue siendo Dios, aun cuando dudamos, y sigue obrando con poder, aun cuando nos hemos olvidado de esperar grandes cosas de Él.


No deberíamos sorprendernos cuando Él actúe como Dios. Deberíamos esperarlo, anhelarlo, confiar en ello. Porque si nuestro Dios no es capaz de hacer lo imposible, entonces no es el Dios de la Biblia. No obstante, sí lo es. Es el que abre el mar, hace caer el maná, resucita muertos, perdona pecados, transforma vidas, y todo eso, lo sigue haciendo hoy.


Digamos hoy: Dios todopoderoso, perdóname por limitarte con mi mente humana. Me asombro de lo que haces, pero muchas veces lo hago como quien se encuentra con lo improbable, y no como quien camina con el Omnipotente. Ayúdame a verte cómo eres: glorioso, eterno, y lleno de poder. Aumenta mi fe y mi expectativa en ti. Enséñame a confiar en que tú eres Dios, y siempre actuarás como tal. Amén.

Commentaires


bottom of page