Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. (Juan 15:11)
El mundo solo nos ofrece cosas temporales; la Palabra de Dios habla de los «placeres temporales» (Hebreos 11:25) de este. Por el contario, el Señor Jesús nos ofrece un gozo que no solo es pleno, sino que además es duradero. Es que existe una diferencia fundamental entre uno y otro, porque el placer depende de las circunstancias, mientras que el gozo —particularmente el que da Dios— proviene de Él y no es perturbado por todo lo que nos rodea.
El placer siempre es cambiante, lo que antes nos gustaba y daba placer, de pronto ya no. Mientras que, por otro lado, el gozo es constante. Por lo general, a los deleites mundanos, les sigue el desánimo tras percatarse de lo efímero que son, y algunas veces hasta una depresión. Por esta razón, el gozo fundado en Jesucristo es inalterable, porque «Él es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreos 13:8).
Otra gran diferencia es que para poder sentir experimentando placer a lo largo del tiempo, tenemos que pasar de un estímulo a otro, porque el placer dura por un tiempo acotado. En cambio, el gozo es justamente lo contrario, pues es un don que recibimos de Dios, quien no cambia (Malaquías 3:6).
Podemos decir también, que el placer solo busca lo suyo, pero el gozo se basa en el autosacrificio. Y mientras más procuramos la autogratificación, más vacíos nos sentimos. Si un ápice de placer produce una felicidad momentánea, se necesitará un barril de emoción y agitación para lograr el mismo efecto más adelante. Sin embargo, el gozo se basa en darnos a nosotros a mismo, lo cual implica sacrificio de por medio. Y en la medida que aprendemos a poner a Dios primero en nuestras vidas, luego a los demás antes que a nosotros —especialmente a nuestros hermanos—, encontraremos aun más gozo de parte de Dios, pues estaremos imitando al Señor Jesús, quien nunca hizo su propia voluntad.
Es solo cuando buscamos las cosas de Dios es que podemos encontrar aquel gozo permanente que el mundo no conoce.
Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo. (Romanos 15:13)
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