Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. (2 Corintios 8:9)
La Biblia nos cuenta detalladamente la maravillosa historia de la gracia de Dios. No es un compendio de reglas morales o de filosofía, ni un libro de historia o un libro secreto. Es el libro de la Gracia divina para con sus criaturas.
Primeramente nos presenta a un hombre perdido, sin Dios, un pecador desesperado que va camino al juicio, que no tiene posibilidad alguna de dar marcha atrás. También nos muestra a ese hombre que –seguro de sí mismo y de sus capacidades– emplea vanamente toda su energía para volver a tener contacto con Dios. Posteriormente se nos muestra el despliegue de amor de Dios a través de la cruz de Jesucristo. ¡Qué monumento de la gracia divina! ¡Jesús acepta tomar nuestro lugar y recibe el castigo que merecían nuestros pecados! Nuestros pecados merecían la muerte, pero Cristo los pagó en la cruz, y se nos entrega salvación eterna de manera gratuita:
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)
Quizás desde hace mucho tiempo usted intenta salir de una situación desesperante, y habiendo probado todo, nada le ha dado resultado. La respuesta que tanto necesita está en Dios quien le indica que mira a la cruz de su Hijo Jesús. La gracia de Dios se halla a la vista de cualquiera que mire a la cruz de Jesús; esta gracia es incondicional, gratuita, suficiente y definitiva, ya que de otra manera ya no se podría hablar de gracia.
Una cosa tiene que tener muy clara, frente a la cruz de Cristo no se puede añadir nada, mucho menos quitar, pues es una obra perfecta. Asimismo, la gracia de la salvación del alma es un regalo que se acepta o se rechaza; no se regatea. Así es como se debe tomar la gracia, sin añadirle y sin quitarle absolutamente nada. Por medio de ella hallamos la paz y la esperanza, y también experimentamos el amor de Dios, manifestado a través de Jesús.
Acérquese a Dios, reconozca que necesita de la gracia salvadora de Dios, la cual le perdona de todos sus pecados si es que usted cree que Jesús es quien le puede limpiar de ellos y salvarle de una condenación eterna; acepte el regalo que Dios le ofrece en este día.
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