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La compasión del Señor Jesús

  • hace 1 día
  • 2 Min. de lectura

Versión en video: https://youtu.be/8Kr2ZKov5uQ


Jesús lloró. (Juan 11:35)


Juan 11 es uno de los capítulos más conmovedores de los Evangelios. El Señor Jesús, el Hijo de Dios, el Creador del universo, se detiene ante la tumba de un amigo y llora. Este versículo breve, tan poderoso en su simplicidad, nos revela una verdad profunda: el Señor Jesús no es un Salvador distante ni frío. Él es profundamente compasivo.


Cuando María cae a sus pies y le dice: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano”, Jesús no la reprende por su dolor. Tampoco le da una lección teológica en ese momento. En cambio, se conmueve. El texto dice que se estremeció en espíritu y se turbó (v. 33). Y luego, lloró.


Esto es asombroso. El Señor Jesús sabía que iba a resucitar a Lázaro. Él mismo lo había dicho: “Tu hermano resucitará”. Pero antes de obrar el milagro, se detiene a sentir el dolor de quienes ama. Se involucra. Se identifica con nuestro sufrimiento. Llora con los que lloran. Este momento revela que la compasión del Señor Jesús no depende de lo que sabe que hará después. Aunque tenía el poder de revertir la muerte, no minimizó el dolor del momento. Él valida nuestro llanto. Nos muestra que no es débil llorar ni falta de fe sufrir. Nuestro Salvador llora con nosotros.


Juan 11 también nos recuerda que su compasión no es pasiva. Él no solo siente, sino que actúa. Luego de llorar, se acerca a la tumba y llama a Lázaro con voz fuerte: “¡Lázaro, ven fuera!” (v. 43). Su compasión se transforma en intervención, y la muerte cede ante su palabra. En nuestro dolor, el Señor Jesús no es ajeno. Él ve nuestras lágrimas y se conmueve. Su corazón sigue siendo el mismo: tierno, lleno de amor, poderoso para salvar. Aun cuando no veamos el milagro de inmediato, podemos confiar en que su compasión nos sostiene.

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