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«Excusas» para no predicar




Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. (Marcos 16:15–16)


Horacio Bushnell, teólogo evangélico congregacional que vivió de 1802 a 1876, hizo una interesante lista de excusas de aquellos que no quieren dar para la obra misionera. Helas aquí:

—Los que creen que el mundo no está perdido y, por tanto, no necesitan al Salvador, Cristo Jesús.

—Los que creen que Jesucristo cometió un error cuando dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Marcos 16:15).

—Los que creen que el evangelio no es «poder de Dios» y que no puede salvar a los paganos.

—Los que creen que cada hombre debe entendérselas consigo mismo, y que están prontos a contestar como Caín: «¿Soy guarda de mi hermano?» (Génesis 4:9)

—Los que creen que no tienen que dar cuenta a Dios del dinero que Dios mismo les ha confiado.


A todo lo dicho anteriormente, yo agregaría lo que está de moda para no predicarles a otras personas: «Hay que respetar las diferentes opiniones y creencias». Lo cierto es que el mandamiento del Señor Jesús fue más que claro, y si somos hijos de Dios, no tenemos excusa para no obedecer. 


Pero ¿por qué ponemos tantas excusas? Pienso, que en la mayoría de los casos, es porque nos avergonzamos. No obstante, el Señor dijo: «Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles» (Marcos 8:38). El apóstol Pablo entendía la seriedad de no predicar, pues les dijo a los corintios: «Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!» (1 Corintios 9:16).


Además, si no predicamos, lo que estamos haciendo es dándole lugar al diablo, pues él desea, con todas sus fuerzas, que los cristianos seamos como una persona muda con respecto a la predicación del evangelio. Es más, él hace todo lo que está a su alcance para que jamás abramos nuestros labios, y así llevarle las buenas nuevas de salvación a una persona que está perdido en sus delitos y pecados. Tengamos cuidado, hermanos, pues es un asunto serio. 

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