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El invaluable sacrificio

  • hace 12 minutos
  • 2 Min. de lectura

Versión en video: https://youtu.be/5-f7GXcLHZ4


Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. (1 Pedro 1:18–19)


Vivimos en un mundo que pone precio a todo. Valoramos las cosas por su rareza, su utilidad o su costo en el mercado. Sin embargo, hay un precio que trasciende cualquier medida humana: el precio del rescate de nuestras almas. Ese precio fue pagado con algo que el mundo no puede fabricar ni imitar: la sangre preciosa del Señor Jesús.


El sacrificio del Señor Jesús es invaluable por varias razones, la primera de ellas es que Él es la vida y gustó la muerte. También porque no solo nos libra del juicio eterno, sino que también nos da acceso a una vida nueva, reconciliada con Dios. Nadie más podía pagar ese precio. Ni toda la plata ni todo el oro del mundo podían lograr lo que solo el Hijo de Dios logró en la cruz: satisfacer la justicia divina y, al mismo tiempo, extender la gracia a los pecadores.


A menudo olvidamos el costo de nuestra redención. Nos acostumbramos al lenguaje de la cruz, pero dejamos de asombrarnos ante su profundidad. Cada gota de sangre que el Señor Jesús derramó fue una declaración eterna del amor de Dios hacia nosotros. Fue un intercambio santo: Su pureza por nuestra culpa, su justicia por nuestra condena, su vida por nuestra muerte.


No hay mayor tesoro que este. Lo invaluable del sacrificio de Cristo no está solo en su precio, sino en su poder: transforma corazones, rompe cadenas, sana heridas y asegura una eternidad con Dios. Por eso, vivamos cada día con gratitud, con reverencia y con la determinación de honrar a aquel que dio todo por nosotros.

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