Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero. (Mateo 13:28–30)
Durante 11 años, un profesor de una universidad comunitaria en Michigan dio la impresión a sus compañeros de trabajo de ser un trabajador altamente calificado y fiel. Hacía su trabajo tan bien que el directorio de la universidad lo nombró finalista cuando buscaban a un nuevo presidente para la institución. Pero cuál no fue la sorpresa cuando no se halló documentación alguna de los grados de maestría y doctorado del hombre.
Cuando le informaron del problema en una reunión especial, el hombre pidió permiso para salir de la habitación para ir a buscar sus documentos, pero nunca volvió. Lo más extraño, es que para sus compañeros, él había sido un excelente profesor durante mucho tiempo.
En la parábola que dijo el Señor (de la que forman parte los versículos del encabezado), nos advirtió que esto era una realidad en la iglesia. De la misma forma, en que este profesor pudo engañar a sus colegas, así los impostores espirituales pueden engañar a los hermanos en las iglesias. Este tipo de personas han falsificado astutamente «credenciales espirituales». Y conforme a lo dicho por el Señor, algunos de ellos no serán descubiertos sino en el día del juicio final.
Reitero que esta es una realidad, por tanto, los cristianos debemos estar alertas a los problemas que puedan ellos causar, a las falsas enseñanzas que pudiesen introducir con sutileza. Pero, por otra parte, tenemos que tener cuidado de no juzgar y acusar falsamente a nuestros hermanos, pues esto no es una cacería de brujas; recordando lo dicho por el Señor: «Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega» (vv 30).