Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)
Desear, comprar, pagar, poseer, es el camino lógico para obtener cualquier bien en este mundo. De la misma manera, muchas personas que reconocen estar perdidas por haber desobedecido a Dios, piensan que deben hacer algo para ganar su salvación y escapar al juicio y a la muerte. También hay quienes estiman conveniente hacer un voto, prometen cambiar de vida o mejorar su conducta con buenas acciones o conformándose a ciertas reglas religiosas para obtener la salvación de Dios, utilizando sus propias fuerzas. Básicamente, quieren ganar la salvación de sus almas. Pero todo esto es inútil, pues la salvación no se compra ni se «gana», sino que es un regalo, por lo tanto, es gratuita. Bien dice su Palabra: La dádiva (el regalo) de Dios es vida eterna en Cristo Jesús (Romanos 6:23).
Nadie puede acercarse a Dios por sus propios medios, porque estamos manchados de pecados, y estos nos separan de Dios, así lo dice su Palabra: «pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír» (Isaías 59:2). Para decirlo en palabras simples, Dios es perfecto, así como todas sus obras, y el hombre es demasiado imperfecto como para poder adquirir con sus esfuerzos o méritos personales algo que es perfecto.
Además, Dios no vende nada, nos da la salvación de nuestras almas gratuitamente, pero no porque sea barata, sino todo lo contrario, le costó muy caro. Dio a su Hijo unigénito, Jesucristo, para que podamos tener el perdón, la paz, el gozo. Él pagó nuestra liberación con su propia vida. Pero en su amor, misericordia y gracia, nos la da de manera gratuita:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. (Juan 3:16–17)
El Señor Jesús pagó ese precio tomando sobre sí mismo todo el peso de nuestros pecados. Es por eso que Dios da esa salvación gratuitamente, y perdona a todo el que va a él con las manos vacías, tal como es, para recibirla. Y usted, ¿ya tiene la salvación de su alma?
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