Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. (1 Pedro 1:3–5 RVR60)
La vida es dura para todo el mundo, aunque es mucho más dura para algunos más que para otros. Y a decir verdad, poner nuestra confianza en Cristo como el Salvador de nuestras vidas no cambia mucho el panorama. Porque no existe versículo alguno en la Biblia que nos prometa un paso por este mundo sin dificultades, sencillamente porque somos seguidores de Cristo. Y en realidad, algunas de nuestras heridas podrían no curarse, así como algunas de nuestras deficiencias podrían no corregirse en esta vida, sino que incluso podrían empeorar.
Su Palabra nos dice: «El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala» (1 Pedro 3:10–11 RVR60). Sin embargo, y a pesar de esto último, puede que nuestras dificultades y debilidades nunca desaparezcan. Pero recordemos que todo en esta vida es temporal y que solo estamos de paso por este mundo.
Esperar lo que Dios nos tiene reservado a aquellos que hemos depositado nuestra fe en Cristo Jesús, nos trae paz y gozo duradero a nuestro corazón; algo que el mundo no puede comprender. La esperanza cierta de la Salvación nos da serenidad y nos permite vivir con una fortaleza interior porque sabemos que un día seremos dramáticamente distintos de lo que somos ahora.
Hermano(a), si algún abuso del pasado le ha hecho daño o si se siente derrotado por el pecado, o si se siente inferior a los demás y camina con la mirada fija en el suelo, anímese con lo que Dios tiene preparado para usted. Descanse en Dios, deje sus cargas en sus hombros, tal como Él nos invita: «Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará» (Salmos 55:22 RVR60). A diferencia nuestra, Dios no se cansa y nos da fuerzas para afrontar las dificultades:
¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. (Isaías 40:28–29 RVR60)
Así que hermanos, regocijémonos porque todo lo que nos pueda estorbar, aquello que nos desagrada, lo que nos desanima, etc. son cosas temporales, desaparecerán tarde o temprano. Pero en el intertanto descansemos en el Señor, porque tenemos una esperanza viva en Él, y gracias a ello podemos afrontar cualquier situación, pues además, no estamos solos.
Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:20 RVR60)
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