Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. (Hechos 1:8)
Hacía poco tiempo que Willy había aceptado al Señor Jesús como su Salvador. Trabajaba como aprendiz en una gran obra de construcción con otros obreros. El jefe de equipo era brutal y no dejaba de maldecir, hacer mofa de Jesús y usar malas palabras. Willy sufría mucho al oír aquellas blasfemias, pero ¿qué podía hacer? ¿Cómo podría expresar su tristeza a un jefe mayor que él y tan rudo?
A veces el silencio o un comportamiento digno de Jesús, nuestro maestro, pueden ser un testimonio suficiente ante esas provocaciones. Pero un día Willy se armó de valor y se dirigió a su temible capataz: «Jefe, ¡ya no soporto oírlo hablar contra mi maestro!»
—¿Tú maestro? ¿Qué quieres decir con eso?
—Jefe, Jesucristo es mi maestro. Murió para salvarme y me ama. ¡Ya no aguanto más oírle hablar así de Él!
El capataz quedó tan impresionado que no tuvo palabras para responder. Willy regresó a su trabajo, feliz por haber podido dar testimonio de Jesús, su Señor. El capataz también volvió a su trabajo, pero ninguna mala palabra salió de su boca durante el resto del día. La verdad es que quedó profundamente impresionado por el sencillo testimonio de su aprendiz, que decidió ir a escuchar el evangelio. Poco después se convirtió en un ferviente discípulo del Señor Jesús a quien había despreciado durante tanto tiempo.
Hermanos, la Palabra de Dios nos dice: «No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo» (Hechos 18:9–10). A veces puede ser difícil y así como Willy podemos tener temor, pero Dios nos alienta al decirnos que está con nosotros. Porque no debemos avergonzarnos de Él:
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles. (Marcos 8:38)
Así que, hermanos, sigamos las palabras que le dijo el apóstol Pablo a Timoteo: «que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (2 Timoteo 4:2); y nos nos cansemos de hacer el bien (Gálatas 6:9) ni de ser testigos de Jesucristo.
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