Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3:17–19)
La anchura, la longitud, la profundidad y la altura, evocan las medidas del amor de Dios. Ciertamente un amor que va más allá de nuestra comprensión humana; pero quiero que veamos cada uno de estos aspectos de manera breve.
La anchura: La vemos cuando Dios propone su gran salvación a todos los seres humanos. Hombres, mujeres, todas las edades, de todos los países o religiones, ¡nadie queda excluido! Dios salva a todo el que cree en su Hijo Jesucristo. En esto vemos la anchura del amor de Dios; tal como dice su Palabra, Dios «quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2:4).
La longitud: para calcular una longitud es necesario conocer los dos extremos de lo que queremos medir, de esta manera podremos conocer la distancia que los separa. El punto de origen del amor de Dios se pierde en el pasado, cuando Él preparó este plan de salvación «desde antes de la fundación del mundo» (1 Pedro 1:20). El otro punto es la gloria futura prometida por Dios a los que Él redimió (Juan 17:24).
La profundidad: hace referencia al abismo donde el hombre cayó lejos de Dios, debido a la desobediencia de nuestros primeros padres: Adán y Eva. La profundidad nos habla también de la profunda humillación del Señor Jesús al venir a buscar a sus criaturas perdidas. Él, el Dios vivo, se despojó de sí mismo y se humilló «hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8).
La altura: es el lugar de la gloria de Cristo que ahora ocupa a la diestra de Dios Padre, como consecuencia de lo que hizo en la cruz del Calvario, tal como dice su Palabra: «Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (Filipenses 2:9–11). La altura también es el maravilloso lugar que preparó para todos sus redimidos.
Así es el amor de Dios para con nosotros sus criaturas, un amor sin medida.
Comments