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  • Foto del escritorAlexis Sazo

¿Qué es ser un verdadero discípulo de Jesús?: Un análisis a la luz de las Escrituras (Segunda Parte)

Actualizado: 3 jul 2020



 

NOTA: Si es que no ha leído la primera parte, haga click en el siguiente enlace: ¿Qué es ser un verdadero discípulo de Jesús?: Un análisis a la luz de las Escrituras (primera parte).

 

5. El discípulo debe efectuar las obras que ve hacer a su maestro (Efesios 5:1-2): Como discípulos del Señor Jesús debemos ser sus imitadores, copiando cada palabra, cada acto, cada forma de contestar. Porque básicamente eso significa ser cristiano; permítame explicarme un poco. 


La primera mención de este título lo encontramos en Hechos 11.26 cuando a los hermanos de la iglesia de Antioquía se les llamó así, es decir, cristianos. Esta palabra se forma al juntar el título Cristos (que significa enviado), con la terminación ianos (del griego -ianoi), que indica una identificación completa con alguien o algo, que en este caso es Cristo. Por tanto, un cristiano se identifica plenamente con la forma de vida, con las enseñanzas e incluso con la muerte sacrificial  y con la resurrección del Señor Jesús. Esta identificación implica que yo paso a formar parte de, que le imito y aplico sus enseñanzas (tanto teóricas como prácticas) en mi vida, copiando su manera de vivir. Porque si no hago esas cosas no soy verdaderamente un cristiano, sino un fan de Cristo, o sea, un mero "admirador de su obra". De ahí la advertencia del Señor al decir:


No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. (Mateo 7.21)

Aunque, por sobre todas las cosas, debemos imitarle en su amor, su humildad y su sacrificio misericordioso que hizo por la humanidad. Su Palabra nos llama a alcanzar la estatura de Cristo:


Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. (Efesios 4:13)

Analicemos un poco el reciente versículo a la luz del sentido original:

  1. "... y del conocimiento (epignoseos)...": Reconocimiento, llegando a entender algo clara y distintivamente como verdadero y válido; a menudo con un conocido personal que necesito una reacción positiva o negativa.

  2. "... un varón perfecto (teleion)...": Desarrollo maduro; haber alcanzado pleno crecimiento o desarrollo.

  3. "... a la medida de la estatura (helikias)...": Madurez, edad. El reconocimiento social, las calificaciones y las expectativas asociadas a una edad específica. Comportamiento adecuado a una mayor edad el cual resulta frecuentemente en una mayor estima en todas las categorías y viceversa.

  4. "... de la plenitud (pleromatos)...": Completitud. El estado de tener todo lo necesario, parte normal, componente o paso.

Mis hermanos, recordemos también lo que nos dice el apóstol Juan en su primera carta:


El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. (1 Juan 2:6)

En la primera parte de este verso, el apóstol Juan dice algo importante, que todo aquel que dice que permanece en Cristo lo debe demostrar con sus hechos, a través de sus obras y no únicamente con palabras, tal como se nos dice en Santiago 2:18.


6. Al imitar al Señor, todo discípulo deberá padecer (2 Timoteo 2:3): 

Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.

En este versículo de Timoteo se nos deja en claro que todo soldado del ejército de Cristo debe sufrir penalidades, pero no porque hace el mal o peca, sino por hacer el bien (1 Pedro 2:20; 3:17). El mismo Señor sufrió estando en el mundo y al ser nuestro maestro -como ya hemos visto-, nosotros no podemos ser más que él; además, él nos dijo que tendríamos aflicciones en este mundo (Juan 16:33). Sin embargo, la confianza es que él ya venció, porque toda victoria le pertenece a Cristo y por consiguiente, nos pertenece a nosotros (Romanos 8:37).


En otras palabras, padecer penalidades por Cristo es NORMAL, ya que es a través de estas es que entraremos en el reino de los cielos  (Hechos 14.22). A decir verdad, lo extraño y anormal, es llevar una vida sin ningún contratiempo, ya que eso no es bíblico; como mencioné más arriba, Cristo nos dijo: "... en el mundo tendréis aflicción..." (Juan 16:33). Así que, si no estoy teniendo aflicciones puede ser por dos razones:


  1. Estamos en un período de calma entre una y otra tribulación, debido a nuestras vidas de obediencia en Cristo.

  2. Es porque nos estamos deslizando o ya nos deslizamos -espiritualmente hablando- (Hebreos 2:1). Por esta razón es que el diablo nos deja tranquilos, pues lo que menos quiere es que volvamos a estar cercanos al Señor, llevando una vida de obediencia.

El apóstol Pedro, en su primera carta, hace referencia a lo mismo que dice el apóstol Pablo


Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas. (1 Pedro 2:21).

Como ya se ha mencionado anteriormente, todo discípulo debe parecerse a su maestro, es más, de ser posible morir por él, porque: "Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos." (Salmos 11:15).

7. El discípulo de Cristo se debe "reproducir": 


Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones. (Mateo 28:18).

El evangelio del señor debe ser como un fuego incontrolable en medio de un pastizal seco, debe consumirlo todo. Pero para ello debemos movernos; debemos ser y hacer como hizo el Señor: JAMÁS DESCANSAR.


Porque ¿Cuándo cesó el Señor Jesús de trabajar? Cuando entregó su espíritu y dijo ¡CONSUMADO ES! Fue en ese momento que el Señor terminó de hacer toda la obra redentora que le encomendó su Padre y ya más nada queda por hacer. Así que, mientras exista aliento en nuestros pulmones debemos trabajar por y para Cristo incansablemente; para de esta manera, cumplir obedientemente lo que nos dijo: "... Y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra." (Hechos 1:8)


Aquel que no trabaje para su Señor y no cumpla con las órdenes de su Señor, para empezar, no puede llamarle Señor. 


¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? (Lucas 6.46)

Aquel que le llame Señor en vano solo recibirá pérdida en el tribunal de Cristo, si bien el tal o los tales serán salvos, pero así como por fuego, nos dice su Palabra  en 1 Corintios 3:15. Se nos advierte en su palabra que todas nuestras obras serán probadas y pasadas por el fuego. Será igual que con la parábola de los talentos, en el cual Dios nos dio un talento a cada uno y tenemos la obligación de reproducirlo (Mateo 25:14-30).


Pero ¿Qué clase de discípulo estás siendo hoy en día? Y más importante ¿Qué clase de discípulo esperas ser en el futuro? ¿Acaso nos podrá Dios: "buen siervo y fiel, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré"? (Mateo 25:23).


8. El amor, la característica principal de todo discípulo (Juan 13:35 - 14:23-24; 1 Juan 2:3-5): La Palabra de Dios nos enseña que la característica principal de aquellos que son discípulos del Señor Jesús, es el amor. Este amor debe ser, primeramente hacia a Dios, el cual se manifiesta en obediencia hacia él; y asimismo, el amor entre todos los discípulos del Señor. Dice su Palabra:


Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras. (Juan 14:23-24)

Obedecer a Dios y a su Palabra, es una manifestación del amor que le tenemos a él.  Por tanto, si le amamos poco, obedeceremos poco, pero si le amamos mucho al, le obedeceremos mucho. En Lucas 7:47, el Señor menciona la causa de esta falta de amor, la cual se relaciona con la cantidad de pecados perdonados. 


Por ejemplo, nuestro amor y entrega a Dios dependerá de quién esté reinando en nuestros corazones y tenga el señorío del mismo. En Mateo 6.24 el Señor dijo que no podemos servir a dos señores, amando a uno y aborreciendo al otro. Asimismo, depende de que si vivimos para nosotros o para Dios, así como si amamos el mundo y sus placeres o sencillamente buscamos su amistad (Santiago 4.4). 


Lo que sí no podemos hacer, es pretender que le conocemos y no guardar sus mandamientos, pues bien nos dice el apóstol Juan: 


Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. (1 Juan 2:3-5).

De la misma manera, el amor hacia nuestros hermanos es un rasgo de obediencia a Dios. Este amor entre creyentes es más que nada para testimonio a las personas del mundo, pues una razón palpable y visible de que Cristo mora en nuestras vidas. Es a través de este mismo amor que debemos soportarnos los unos a otros (Efesios 4:2), ya que Dios mismo nos capacita para hacerlo. 


Precisamente este amor nos ayuda a perdonarnos mutuamente también (Colosenses 3.13-14), porque como bien dijo el apóstol Pedro, el amor cubrirá multitud de pecados (1 Pedro 4:8). Y a decir verdad, esta expresión de amor, también conlleva obediencia, ya que es un mandamiento nuevo que nos dejó el Señor Jesús cuando dijo:


Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13:34-35)

No debemos de olvidar que somos llamados a ser sal y luz del mundo (Mateo 5:13-14), por tanto, nuestro testimonio debe ser uno visible para el mundo. En otras palabras, el mundo al vernos debe poder darse cuenta que somos diferentes, que no somos como ellos, sino que está sobre nosotros el sello del Espíritu Santo y ese amor tangible que nos da Dios para amarnos unos a otros; pero no solo entre hermanos en la fe, sino también hacia nuestro prójimo. Así que, el amor es -o debe ser- el rasgo característico de todo aquel que ha sido adoptar como hijo del Dios Altísimo. 


Conclusión


En la primera parte de este tema comencé haciendo la pregunta: ¿Es usted un(a) discípulo(a) de Dios?. Entonces, luego de haber leído ambos escritos y habiendo visto cuales son los requisitos de los discípulos del Señor Jesús ¿Podría contestar que sí a la pregunta? Quizás puede que le parezcan que algunas de las exigencias del Señor sean demasiado altas para usted o que es muy extremista pensar o ver las escrituras de esa manera. 


La verdad es que hasta cierto punto, los cristianos tendemos a pensar (ya sea consciente o inconscientemente) que hay dos clases de creyentes, los "normales", que son los que van a la iglesia regularmente, que cooperan en el quehacer de la misma, que llevan una vida normal con trabajos y estudios seculares, quienes tratan de ser fieles a Dios en sus vidas, etc. Pensamos que este tipo de creyentes solo deben preocuparse de tratar de ser buenos en la vida, esforzándose por llevar una vida "cristiana" sin hacer mal a otros, siendo fieles feligreses de la iglesia local donde se congrega y leyendo la Biblia y orando de vez en cuando. Mientras que por otra parte están los "súper creyentes", esos que son pastores, misioneros, evangelistas, etc. y que pareciera ser que para ellos son este tipo de mandamientos de parte del Señor Jesús; porque ellos dedican todo su tiempo y vidas a las cosas de Dios. No, mis hermanos, no nos engañemos, porque no existe tal diferencia entre uno y otro, pues todos hemos recibido el mismo llamado. Lo único que diferencia a unos de otros es el grado de amor y la disposición a la obediencia a su Señor y su Palabra. 


Lo que Dios espera es que todos seamos verdaderos discípulos de él, obedientes a todos sus mandamientos, no solo un grupo "especial o selecto". Antes de ascender a los cielos, el Señor Jesús le dijo a los apóstoles: 


Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. (Mateo 28:19-20). 

Así que, somos llamados a obedecer todo cuanto dijo el Señor y por consecuencia, todo lo que nos enseñaron los apóstoles. Como creyentes no debemos ser amigos del mundo o vivir en y por la carne, por ejemplo. Debemos recordar que Dios nos apartó del vientre de nuestras madres para que andemos conforme a su Palabra y a sus propósitos. 


Sin embargo, puede que más de alguno esté pensando que las exigencias del Señor son imposibles de cumplir o que jamás podríamos hacer todas esas cosas. Pero quiero recordarles algo, mis amados hermanos. Estas cosas no las hacemos con nuestra propia fuerza, no es con nuestros propios esfuerzos, porque o si no el Señor jamás habría dicho esto:


Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11:28-30).

Amados, lo único que Dios quiere de nosotros es obediencia, es decir, un corazón dispuesto a obedecer, porque será él el que nos capacitará para poder hacer todas las cosas que demanda de nosotros. Recordemos lo que le dijo Pablo a Timoteo en su segunda carta:


Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (2 Timoteo 1:7).

Vuelvo a reiterar que no es con nuestras fuerzas, sino que es con las fuerzas de Dios, las cuales son inagotables. Porque en caso de que estas nos falten Dios dijo:


¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. (Isaías 40.28-29).

Nosotros solo debemos tener un corazón dispuesto a obedecer; y asimismo, estar dispuestos a creer y confiar en que nuestro Dios nos dará juntamente con él todas las cosas (Romanos 8:32).


Así que mis hermanos, no desperdiciemos, ni descuidemos el don inefable que hemos recibido (Hebreos 2:3), porque cada uno de los que hemos creído en el Señor Jesús como el Salvador de nuestras almas, le costamos un altísimo precio. Ni más ni menos que la vida del creador de la vida. 


Por esta razón, mis hermanos, pidamos para que el Señor nos dé sabiduría para vivir una vida de obediencia, una vida que le sea agradable a sus ojos, mientras haya aliento de vida en nuestros cuerpos.


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