Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo (Lucas 21.9-11)
Cada vez que leíamos estos versículos en el pasado los entendíamos a nivel mental, mas no experimental, es decir, nunca los habíamos sentido de cerca. Hoy, debido a la pandemia del COVID-19, muchos han podido percibir el temor y la angustia que se ha generado en torno a este tema.
A raíz de lo anterior, muchas iglesias locales han decidido suspender todas sus actividades, obedeciendo a las autoridades y para cuidar la salud de sus feligreses. Frente a esta decisión varios creyentes en las redes sociales han expresado su molestia y han alzado sus voces llenos de valentía y confianza en Dios, diciendo que él es poderoso para guardarnos de este virus. Y haciendo un llamado a "desobedecer" las recomendaciones de los expertos en salud y de las autoridades de sus respectivos países.
Pero ¿Cuál debería ser la actitud de un creyente frente a estas situaciones? En los pasajes que hablan de estos tiempos finales en los que estamos viviendo (Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21), el Señor Jesús nos hace un llamado ¡NO TEMÁIS! Porque nos conoce, sabe que somos carne y tememos a lo desconocido y a la incertidumbre.
Su Palabra nos dice:
Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado (Salmos 27.3)
Como creyentes no debemos sentir temor por este tipo de cosas, porque toda circunstancia de nuestras vidas están en la mano de Dios. Recordemos que hasta nuestros cabellos están contados (Mateo 10.30). ¿Acaso Dios no podrá protegernos?
Aunque ¿Esto significa que haré mi vida normal sin temor al tan contagioso virus? Lo que diré a continuación lo hago con mucho amor en Cristo. Mis hermanos, no podemos usar el salmo 91 como un amuleto contra todo; tampoco la sangre de Cristo, porque Dios no es un amuleto anti enfermedades. Porque resulta que los creyentes también nos enfermamos, pues así nos lo deja en claro su Palabra:
¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados (Santiago 5.14-15)
Mis hermanos, la verdad es que no podemos hacer una vida normal o salir a reunirnos en las iglesias locales oponiéndonos abiertamente a lo dictado por las autoridades, ya que eso sería ser irresponsable de nuestra parte y además, sería una oposición directa a la autoridad puesta por Dios. Recordemos que el Señor nos dice:
Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos (Romanos 13.1-2)
Yo entiendo lo que es tener fe en Dios y lo que significa NO sentir el mismo temor que siente el hombre sin Dios, por estar seguros en Jesús; pero debemos ser conscientes de los versículos que puse recien, es decir, en los que nuestro Dios nos manda a obedecer a quienes están por sobre nosotros; y debemos recordar también que las autoridades no las puso el diablo, sino que fue Dios mismo. Así que, cuando nos oponemos a ellas en términos de cuidar nuestro bien -en este caso nuestra salud- estamos siendo rebeldes a Dios mismo.
Es cierto que Dios nos manda a congregarnos, como dice Hebreos 10:25, pero este caso es diferente. Sé que más de alguno estará diciendo en su mente: "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres". Sin embargo, pregunto ¿Las autoridades nos están ordenando permanecer en nuestros hogares por un capricho para destruir a la iglesia de Cristo y frenar su avance o es para proteger nuestra salud física?
Pensemos lo siguiente ¿Cómo quedaría nuestro testimonio como creyentes si por no obedecer a las autoridades nos enfermamos? ¿No sería manchado el nombre de Cristo? Además, debemos recordar que tenemos un cuerpo que cuidar, el cual es templo del Espíritu Santo y que no lo podemos tratar irresponsablemente, ya que daremos cuenta de ello.
Entonces ¿Qué debemos hacer? Primeramente cuidarnos a nosotros mismos, a quienes nos rodean y estar preocupados por nuestros hermanos, principalmente por los que son ancianos. Orar, sí, orar mucho, no para que Dios quite esta enfermedad solamente, sino para que el mundo despierte y se de cuenta de lo frágil que es la vida y todo por cuanto lucha es perecedero. Que tomen consciencia de qué pasará con ellos si mueren, que se pregunten ¿A dónde voy si muero?
Otra cosa que debemos hacer es aprovechar este tiempo para meditar en la Palabra de Dios, para aprender más de ella, para descansar de las rutinas mundanas y volvernos a la cercanía de Cristo en nuestras vidas.
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor (Efesios 5.15-17)
Así que hermanos, no temamos de lo que está pasando, porque todo está en perfecto control de nuestro Dios y nada ha pasado sin que él lo sepa. Además, esto pasará más y más conforme avance el tiempo, ya que este solamente es el principio de dolores. Por tanto, oremos y cuidemos los unos de otros, pero por sobre todas las cosas, acerquémonos a Dios en este tiempo de reclusión en casa.
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