No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. (1 Corintios 10.13 RVR60)
Enrique era consciente de que luchaba contra una adicción. Sus amigos y familiares lo animaban para que la abandonara, y él estaba de acuerdo en que era lo mejor para su salud y sus relaciones interpersonales, pero no podía. Cuando otros le contaban cómo habían dejado sus malos hábitos, contestaba: «Me alegro por ti, pero ¡yo no puedo! Ojalá nunca hubiera caído en la tentación. Quiero que Dios me quite ya mismo las ganas de seguir cayendo en esto».
En algunos, puede producirse una liberación inmediata, pero la mayoría enfrenta una lucha diaria contra sus adicciones de la vida pasada. Aunque no siempre entendemos porqué la tentación no se va enseguida; sin embargo, podemos recurrir al Señor desde cualquier situación que enfrentemos. Es más, quizá esta sea la parte más importante de nuestra lucha: aprender a dejar nuestros esfuerzos inútiles, para depender completamente de Dios.
Mis hermanos, nuestro Señor Jesús también fue tentado (Mateo 4.1-11; Mr. 1.12–13; Lc. 4.1–13); por eso, entiende lo que sentimos, es más, Él se compadece de nuestras luchas y nos ofrece su socorro:
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4.15–16 RVR60)
Entonces, amados hermanos, podemos acercarnos «confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (v. 16), sin temor de ser juzgados o rechazados por Él, sino todo lo contrario, puesto que Él nos entiende a cabalidad. Confiemos en nuestro Señor Jesús, y corramos a sus brazos de amor cada vez que nos sintamos tentados.
Comments