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La soberbia y nuestra dependencia de Dios

  • 24 jul 2024
  • 2 Min. de lectura


Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.  (Salmos 19:13)


La soberbia es una actitud de orgullo y autosuficiencia que nos lleva a confiar en nuestras propias fuerzas y sabiduría, en lugar de depender de Dios. En Salmos 19:13, David le pide a Dios que lo preserve de las soberbias para que no se enseñoreen de él, reconociendo que solo a través de la humildad y la dependencia de Dios puede mantenerse íntegro y limpio de gran rebelión.


La soberbia es una rebelión contra Dios porque usurpa el lugar que solo le corresponde a Él en nuestras vidas. Cuando nos volvemos soberbios, esencialmente decimos que no necesitamos a Dios, que somos capaces de manejar nuestras vidas por nuestra cuenta. Esta actitud es una violación directa del primer mandamiento, que nos llama a tener a Dios como el único Señor de nuestras vidas (Éxodo 20:3). Y es por eso que el Señor Jesús nos dijo: «aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11:29).


Además, la soberbia cierra nuestros corazones a la corrección y la guía de Dios. Proverbios 16:18 nos advierte: «Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu». La soberbia precede a la destrucción porque nos aleja de la sabiduría y el discernimiento que provienen de Dios. Al rechazar la dependencia de Dios, nos colocamos en un camino de autodestrucción.


La solución a la soberbia es la humildad y el reconocimiento de nuestra total dependencia de Dios. Santiago 4:6 nos recuerda que «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes». Cuando nos humillamos delante de Dios, admitiendo nuestra necesidad de su gracia y guía, Él nos exalta en su debido tiempo y nos llena de su paz y sabiduría.


Mis hermanos, hagamos el ejercicio de reflexionar sobre las áreas de nuestras vidas donde hemos permitido que la soberbia tome control. Pidámosle a Dios que nos muestre cómo podemos depender más de Él y menos de nuestras propias fuerzas. Recordemos que la verdadera sabiduría y fortaleza provienen de una vida entregada y rendida a Dios.

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