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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Libre de condenación



Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. (Romanos 4:8)


Mientras una pareja iba en su vehículo por una región boscosa al norte de California. Uno de los neumáticos se reventó y el metal de la llanta empezó a raspar contra el pavimento. Las chispas que produjo desencadenaron un incendio forestal que quemó unos 930 km2 de bosque, destruyó más de mil casas y provocó la muerte de varias personas. Aquella pareja, cuando se enteraron que ellos fueron los culpables de aquel devastador incendio, se sintieron terriblemente atribulados.


Pero cuando los sobrevivientes del incendio se enteraron cuán angustiada estaba aquella gente, abrieron una página en Facebook para mostrar «gracia y bondad» ante la vergüenza y la desesperación que los envolvía. Una mujer escribió: «Aunque estoy entre los que perdieron su casa en el incendio, necesito que sepan que mi familia no los culpa, ni tampoco lo hace ninguna de las familias que perdieron sus hogares. Los accidentes ocurren. De verdad, espero que estos mensajes alivien su carga. Todos juntos saldremos adelante».


Tantas veces nos sentimos culpables por algo que hemos hecho (o que no hicimos), y esta «condenación» que sentimos, este temor de haber hecho algo imperdonable, nos puede carcomer el alma, la mente y el corazón. Sobre todas las cosas, el pecado que cometemos nos atormenta, pero el Hijo de Dios, quien murió en la cruz, nos puede librar de aquella pesada culpa que sentimos.


Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. (1 Juan 3:19–20)


Dios es mayor que cualquier vergüenza oculta. Para sanarnos, Jesús nos invita a arrepentirnos, y al experimentar la redención divina, pues nos dice:


Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar (Mateo 11:28)


¿Quieres estar libre de condenación? Bueno, no dejes que la culpa te detenga, ¡ven a Cristo y descansarás! Porque «si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36).


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