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  • Foto del escritorCristian Vidal S.

La locura de nuestros días



Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos. (Salmos 139.16 NBLA)


Finalmente se ha aprobado un proyecto de ley en Argentina sobre aborto que considera como límite hasta la semana 14 de gestación. Para describir a este acto asesino se le ha dado el eufemismo de “interrupción del embarazo”, restándole importancia a la vida que está por nacer; pues para quienes defienden el asesinato asistido de ese cuerpo en formación, no es un ser humano en desarrollo, para ellos solo es un montón de células que no saben ni sienten nada.


Satanás en su astucia desvía el foco de las mujeres hacia la “experiencia” de la embarazada, en desmedro de la persona que está en gestación dentro de su vientre, la cual, pierde todo derecho a poder desarrollarse, ya que la consigna de la nefasta corriente de pañoletas color verde dólar es “yo soy dueña de mi cuerpo”.


Esta personita en desarrollo -que estos títeres del diablo desvalorizan en su calidad humana-, será reducido a algo que puede ser “interrumpido”, como si fuera una especie de proceso en un computador o una línea transportadora de una fábrica. Al ritmo y en la dirección que va el mundo, no pasará mucho tiempo para que los seres humanos en gestación sean “cosificados”, al extremo de ser considerados un mero “producto” (si es que ya no lo es). Honestamente, como cristiano y padre de dos hermosos pequeños, no tengo palabras sanas ni buenas para describir el asco que esto me produce.


Todo esto me produce una tremenda repulsión, porque vivimos en una época donde la anticoncepción es una realidad hace décadas, desde los preservativos, hasta las llamadas “pastillas del día después”; donde quien no desea concebir ni formar familia, puede vivir su vida libremente sin ser estigmatizado o señalado por la sociedad. Pero hemos llegado a niveles de tolerancia y coexistencia nunca antes vistos, si es que comparamos nuestra historia reciente con los siglos que nos precedieron. Y esto no es más que un claro indicio de que vivimos en los últimos tiempos, ya que tiene más valor la vida de un perro, un gato o un pollo que la de un ser humano.

Y vuelvo a decir lo mismo que he repetido siempre, las minorías han vuelto a imponer sus deseos y aspiraciones; una minoría gobernada por las emociones, que no razona, estúpida y más encima adoctrinada. Una minoría que ha elegido no concebir ni formar familia como la concebimos los cristianos, pero que arde en deseos que la mayoría siga sus dictados desde la superioridad moral en la cual ellas mismas se han elevado. Es lo anecdótico de esto, que los que matan a los humanos en sus vientres y repudian el matrimonio entre un hombre y una mujer, nos quieren enseñar como criar a nuestros hijos.

Yo no soy provida conforme al movimiento que se apega al conservadurismo de derecha, pues me parece una hipocresía querer defender solo el embarazo y nacimiento de bebés, solo porque sí. Yo obedezco a convicciones mucho más profundas que me llevan a valorar toda vida, sin importar la etapa de su desarrollo y abogo por esto desde mi fe en Cristo. Porque cada vida tiene un alto precio, el precio de la vida del autor de la vida y eso ya le atribuye un valor incalculable a cualquier persona, desde el día 1 de su concepción.


Siempre he sido un convencido de que en los casos de embarazos riesgosos y no deseados (por las causales que sean), estos deben ser analizados caso a caso por un grupo de EXPERTOS en salud, no gente que se leyó un librito por acá o por allá y que con eso piensan que saben mucho; pues el ser humano es diverso y sus problemáticas también lo son y, por lo tanto, deben abordarse con cuidado por un grupo multidisciplinario de expertos, no por una manada de políticos que buscan sus propios intereses económicos.


Del mismo modo, soy un convencido que siempre existiremos aquellos que amemos a los que no son deseados, esperados o amados. ¡Dennos los hijos que no desean, nosotros podemos amarlos!

Mi problema no es que ellas aborten (las feministas abortistas); mi problema es con la imposición que esta minoría le impone a la mayoría y la proyección que tiene esto. Es que estas mujeres quieren que nuestras hermanas aborten y de esto a que nos quieran obligar a hacerlo, no falta mucho.

Señoras y señores, nuestra civilización ha llegado al absurdo de creerse tan respetuosa de la vida y la libertad ajena que se ha convencido que solo será mas libre en la medida que atropella las libertades de la mayoría y acaba con la vida de quienes no tienen la capacidad de defenderse. La paradoja de la lucha en contra de la cosificación de los humanos, cosificando a sus crías.


Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos. (Romanos 1.22–24 RVR60)


Cristian V.


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