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El peligro de un alto autoconcepto




Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. (Romanos 12.3 RVR60)


¿Qué pensamos de nosotros mismos? ¿Cuál es el concepto de quiénes somos? Me refiero a lo que piensa de usted. Pregunto esto, porque en su Palabra se nos dice que tengamos cuidado y no pensemos de nosotros mismos con un más alto concepto, sino que debemos pensar con cordura. Déjenme compartir con ustedes una anécdota.


Un abogado emplazó a una corporación grande, acusándolos por incumplimiento de contrato con él. En el tribunal pidió una enorme suma de dinero para llegar a un acuerdo con la empresa. Lo cierto es que la cantidad era tan inusitadamente alta que el juez le preguntó al abogado porqué exigía tanto dinero. A lo que el abogado respondió: «Soy, usted comprenderá su señoría, el mejor abogado del mundo».


Cuando el juicio concluyó, un amigo de aquel abogado se acercó a él y le preguntó: «¿Por qué te jactaste así de ti mismo frente al juez?». Sin siquiera pestañear, su amigo le respondió diciendo: «No podía expresarme de otra manera, porque ya sabes, estaba bajo juramento y mentir frente al juez se considera perjurio».


¿Qué pasa cuando nos consideramos más y mejores que los demás? Comenzamos a desestimar a quienes «no son como nosotros». Este abogado era igual a la parábola del fariseo y el publicano que expresó el Señor:


El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. (Lucas 18.11–12 RVR60)


Mis hermanos, la soberbia siempre está a la espera de que le demos paso en nuestros corazones. Y lo cierto es que es muy peligrosa, pues dice su Palabra:


Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios. (Proverbios 16.18–19 RVR60)


Cuando nos encumbramos tan alto, solo nos espera una caída desde nuestro propio pedestal. Tengamos cuidado con este tipo de actitudes, mis hermanos. Nuestro llamado es a la humildad, tal como dijo el Señor:


«... y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón… » (Mateo 11.29 RVR60)


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