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Demasiado presente



Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios [énfasis añadido]. (Hechos 14:21–22)


William Wordsworth escribió: «El mundo está demasiado presente». Lo que quiso decir fue que muchas veces nos dejamos atrapar por la alocada agitación del mundo y nos olvidamos de las cosas de Dios, o sencillamente pasan a un segundo plano. De igual modo, es fácil sentir que el mundo está demasiado presente cuando vemos la maldad rampante de este mundo y como nuestros hermanos padecen a raíz de su fe en Dios.


Con respecto a esto último, el mundo está demasiado presente, por ejemplo, cuando leemos la trágica historia de una familia de misioneros en la India, la cual brutalmente asesinada a manos de personas que odian a los cristianos. Y qué decir de las tres familias de misioneros que fueron mantenidos cautivos en Colombia durante varios años. Bien dijo el Señor: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan [énfasis añadido]» (Mateo 11:12). A estas historias se le podría añadir su propia experiencia de padecer por el nombre de Cristo. Sí, esto sucede en todos los países, aunque no de la misma manera.


Sin embargo, y a pesar de este tipo de situaciones que nuestro Dios permite, como creyentes tenemos una bendita esperanza, tal como decía el apóstol Pablo: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8:18). Dicha gloria futura oscurece todas las aflicciones del tiempo presente.


Pregunto: ¿Son las cargas de este mundo demasiado pesadas para usted? Lo mejor que podemos hacer es poner nuestra mirada en Dios, ya que Él nos ofrece ayuda (Isaías 41:10), consuelo (2 Corintios 1:3–5) y esperanza (Salmos 65:5), con amor a todos sus hijos que luchan. Y jamás olvidemos que al final de todo, Cristo reinará por la eternidad, y todas nuestras lágrimas serán enjugadas.


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