Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy. (Salmos 39:4)
El anuncio de un automóvil nuevo, era muy ingenioso, con grandes letras en negrita, decía así: «va de 0 a 40 (millas/hora) tan rápido como le pasó a usted». Luego seguía diciendo: «¿Qué pasó? En un momento estabas estudiando para tus exámenes de mediados de semestre, tomaste una pequeña siesta, y de alguna manera, despertaste 20 años después con un empleo, un cónyuge y dos hijos».
La verdad es que el anuncio es muy cierto, especialmente en nuestros días, donde el tiempo corre a toda velocidad, debido a lo dicho por el Señor: «Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados» (Mateo 24:22). Y es increíble ver cómo esto se cumple, y como los años pasan como un suspiro.
En el versículo del encabezado, vemos al rey David luchando con el mismo problema que nosotros: la brevedad de la vida. Él decía: «He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive» (Salmos 39:5). La verdad es que nuestros días son cortos y estos pasan con demasiada rapidez. Entonces, ¿cómo podemos aprovechar este corto tiempo? Quizás, la mejor forma de orar es, como dijo Moisés en el Salmo 90:
Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos. Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. (Salmos 90:10, 12)
Muchas personas dicen: «La vida es corta, ¡gózala!», pero Dios nos dice: «Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor» (Efesios 5:15–17).