
Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. (Jeremías 6.16)
¿Quién, hoy en día, pregunta por sendas antiguas, para empezar a volverse atrás de su mal camino? Ver algo así en el mundo es imposible; sin embargo ¿qué pasa con nosotros los creyentes, respondemos como el pueblo de Israel diciendo: “No andaremos” en los caminos del Señor? El pueblo de Israel se rehusó a caminar por las sendas de Dios, pues no querían obedecerle y como consecuencia fueron severamente castigados por Dios.
¿Pero qué es andar por las sendas antiguas? Es negarse a uno mismo, es tomar su cruz cada día y seguirle entregando nuestra voluntad a Cristo (Lucas 9.23). Cargar nuestra cruz es perder nuestra voluntad y entregársela a nuestro Salvador. Es tomar la carne, clavarla en una cruz para poder seguir a Jesús. No obstante, hoy en día, entre el pueblo de Dios, parece que muchos echan pie atrás en lo que a obediencia a Dios se refiere. Cuando Dios nos dice que caminemos por sus sendas de obediencia y rectitud, los creyentes venimos, más bien, a ser imitadores del pueblo de Israel diciendo: “No andaremos”.
Nosotros como creyentes siempre le llamamos Señor, aunque ¿le permitimos que señoree en nuestras vidas? Dice su Palabra: ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? (Lucas 6.46).
Es que si decimos que le reconocemos como Señor, significa que debemos someter nuestra voluntad a la suya; porque si hacemos lo que bien nos parece -sin tomarle en cuenta-, él no se agradará de nosotros. Por difícil que nos parezca, debemos dejar el mundo atrás, hacer morir lo terrenal en nosotros (Colosenses 3.5) y seguir adelante en pos de Cristo, viviendo una vida de santidad, porque su Palabra nos dice:
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (Hebreos 12.14)
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