¿Amarte a ti mismo para poder amar a otros?
- 14 ago 2024
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Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. (1 Juan 4:19)
En el mundo actual, a menudo escuchamos la frase: «Debes amarte a ti mismo para que puedas amar a otro». Aunque cuidar de uno mismo es importante, sin embargo, el amor verdadero, según las Escrituras, fluye de una relación profunda con Dios y se extiende a nuestros prójimos.
El Señor Jesús, dijo en Mateo 22:37–38: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento». Por lo tanto, nuestro amor a Dios debe ser el fundamento de toda nuestra vida. Este amor no es simplemente un sentimiento, sino una entrega total a Él, poniendo su voluntad y sus mandamientos por encima de todo. Mientras que en el verso 39, dice: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:39). Este mandamiento sigue en importancia al primero, y es el reflejo de nuestra relación con Dios, porque cuando le amamos a Él, su amor fluye a través de nosotros hacia los demás.
Entonces, podemos decir que el amor de Dios es el modelo a seguir. Y en el verso del encabezado vemos que nuestro amor no nace de nosotros mismos, sino de la comprensión y experiencia del amor que Dios nos ha dado, y este amor nos capacita para amar a los demás de manera genuina y desinteresada, superando nuestras limitaciones humanas.
Y acá radica la diferencia diametral entre lo que Dios nos enseña, versos lo que enseña el mundo: La idea de «amarte a ti mismo para poder amar a otros», coloca al individuo en el centro. En cambio, la enseñanza bíblica pone a Dios como el centro y fuente del amor. Cuando nuestro enfoque está en Dios y su amor por nosotros, podemos amar a los demás verdaderamente. Por esta causa, podemos decir que el amor propio en el sentido bíblico no es egoísta, sino un reconocimiento de nuestro valor en Cristo y una dedicación a vivir en su amor y gracia.
En conclusión, la clave para amar verdaderamente a los demás es primero amar a Dios. Y al hacerlo, su amor nos llena y nos capacita para amar de una manera que refleja su carácter y propósito. Que cada día busquemos crecer en nuestro amor a Dios y en la manera de manifestar ese amor hacia nuestros prójimos.
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