¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? (1 Pedro 4:17)
Se dice que Luis XI (1423-1483) era un rey bastante cruel. Y al final de su vida se volvió cada vez más ansioso y tratando de buscar medios seguros para alejar a la muerte. Cuarenta centinelas vigilaban su castillo de Plessis-lez-Tours, porque temía —no sin razón— ser víctima de alguna venganza. Además, para prevenir cualquier enfermedad fatal, se rodeó de un gran número de médicos. Por último, trajo de Italia a Francisco de Paula, un ermitaño franciscano de quien se decía que podía prolongar la vida. El rey le prometió una fuerte suma de dinero si lo conservaba con buena salud y le aseguraba muchos días. Pero este hombre, quien era sabio, le explicó que solo Dios tenía el poder de prolongar la existencia y que era mucho más importante morir bien que vivir muchos años.
Retengamos el consejo que dio Francisco de Paula, ya que existen muchas personas parecidas al rey Luis XI, que temen por su muerte y hacen de todo por evitarla infructuosamente, anhelando vivir mucho tiempo más. Podríamos hablar acerca de morir bien, pero inmediatamente nos preguntamos: ¿Qué significa, «morir bien»? ¿Acaso significa terminar sus días en su casa, y no en un hospital? ¿Partir mientras duerme, sin sufrir, rodeado de sus seres queridos? No, ¡nada de esto! Se trata de morir estando en paz con Dios, de poder ir hacia Él sin temor, no porque uno sea mejor que los demás, sino porque ha creído en Jesús, el único Salvador. Su Palabra es clara:
Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen. (Apocalipsis 14:13)
Su Palabra también dice: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado» (Isaías 26:3). Si realmente queremos vivir disfrutando de la paz de Dios en este mundo, necesitamos creer en el Señor Jesús como nuestro salvador personal. Si usted se arrepiente de sus pecados y cree en el Señor Jesucristo, la muerte dejará de ser algo horrible, y podrá decir como el apóstol Pablo:
Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia... teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor. (Filipenses 1:21, 23)
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