Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (Romanos 8:8)
Para quien vive según la carne le es imposible hacer algo que agrade a Dios. «Vivir según la carne» significa permanecer concentrado en sí mismo, en sus propios deseos, en sus propias capacidades, esfuerzos, planes y propósitos. Incluso si alguien que vive según la carne tratara de agradar a Dios guardando la ley, Él (Dios) no podría aceptarlo porque el punto de partida no es el correcto. Esto es porque Dios descartó de manera definitiva a la carne, ya que posee una naturaleza humana, pervertida por el pecado. ¿Entonces cómo podría Dios recibir algo de esa carne corrompida? No puede, pues existe una separación definitiva entre Dios y la carne pecaminosa; bien lo dice su Palabra:
Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. (Isaías 59:2)
La Palabra de Dios es clara con respecto a quien es de Dios y quien no, pues dice: «Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él» (Romanos 8:9b). Por lo tanto, quien ha recibido la salvación de su alma a través de Cristo, ha recibido al Espíritu Santo; y ya no vive según la carne, sino según el Espíritu, ya que esto es vida; bien lo decía el apóstol Pablo: «Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Romanos 8:6). Y como el Espíritu de Dios el que ahora vive en los creyentes (1 Corintios 6:19), nos vincula con Cristo a quien ahora pertenecemos.
Como creyentes, quien nos guía es el Espíritu Santo, ya que esa fue la promesa del Señor: «Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad» (Juan 16:13). Además, esta guía es evidencia de la vida nueva y que verdaderamente somos hijos de Dios: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios» (Romanos 8:14).
La pregunta es: ¿Estamos viviendo por el Espíritu o por la carne?
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